La historia de Silvia Sánchez: haciendo chocolate entre Nicaragua y Mallorca

¿Qué hace una nicaragüense en la isla mediterránea de Mallorca? Chocolate, y de una manera muy especial

  • San José, Costa Rica
  • 9:25 am
  • Dic 11, 2023

Silvia Sánchez, una nicaragüense haciendo chocolate en España.

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República 18

Cuando Silvia Elena Sánchez recuerda su niñez en el norte de Nicaragua, le es inevitable pensar en el cacao. Entonces ayudaba a su madre a elaborar la bebida tradicional nicaragüense en base a las semillas que crecían en los árboles de la finca de su abuelo.

Aunque estudió y ejerció la psicología, esta nativa de San Ramón, municipio del departamento de Matagalpa, ahora se dedica a la fabricación y distribución de chocolate artesanal a casi 9 mil kilómetros de su tierra, en la isla mediterránea de Mallorca, parte del Reino de España.

Martorell y Sánchez, fundadores de Chocolates Maüa. Foto: Cortesía

«Trabajé durante seis años con una ONG española de cooperación para el desarrollo en Matagalpa. Estoy casada con Jaume, mi pareja, pero también aparte es mi socio y somos los cofundadores de la marca Chocolates Maüa», que viene de Mallorca y Nicaragua.

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Sánchez llegó a Mallorca en 2020 y ese mismo año montó el negocio junto a Jaume Martorell, su esposo, quien tenía experiencia tratando con cooperativas de cacao durante doce años en Nicaragua. Cuatro de esos años Martorell los pasó como gerente del centro de acopio de la chocolatera alemana Ritter Sport en Matagalpa.

«En Nicaragua habíamos pensado en algún momento hacer chocolate porque el chocolate no es un producto que en Nicaragua se consuma mucho y teníamos siempre en cuenta que se producía bastante cacao, cacao muy bueno pero que no se aprovechaba más que sólo para exportar», explicó Sánchez.

Estando en Mallorca, Sánchez y Jaume vieron un espacio para su negocio. «Había muchas marcas comerciales de chocolate, pero nadie conocía el chocolate hecho desde el cacao, el chocolate artesanal y nos gustó mucho la filosofía estadounidense del bean to bar (en inglés: del grano de cacao a la tableta de chocolate); creíamos que era una buena opción para poder emprender, sobre todo trayendo el cacao de Nicaragua», destacó.

La filosofía “bean to bar” explicada gráficamente por Chocolates Maüa. Foto: Cortesía

Para Sánchez el negocio es una manera de permanecer conectada con su tierra desde a un océano y un mar de distancia. «Poder traer cacao de Nicaragua y hacer un producto elaborado con algo de mi país me mantiene unida a mi cultura», dijo Sánchez.

El cacao de Nicaragua

El cacao nicaragüense de Maüa viene de pequeñas parcelas en fincas familiares diversificadas de pequeños agricultores organizados en la cooperativa CACAONICA R.L., que opera en el municipio de Waslala, en la Región Autónoma del Caribe Norte, cerca de la frontera entre esa entidad y el departamento de Matagalpa.

Sánchez inspecciona granos de cacao. Foto: Cortesía

Las áreas de las fincas en Nicaragua se ubican bajo sistemas agroforestales mixtos de árboles maderables y frutales. Además, las fincas tienes otros cultivos en otras áreas y sus regentes apuestan por la sostenibilidad, manejando sus fincas familiares de manera orgánica, con uso de insumos orgánicos como composta.

«Hay una gran conciencia del cuido del medioambiente, del cuido de la fauna y la flora» en estas fincas, según detalla el sitio web de Maüa. Actualmente, debido al crecimiento del negocio, Maüa recibe cacao de otras fincas en otros países, como Perú, Panamá, Colombia y Ecuador.

Empezando en casa

«Primero hicimos pruebas en la casa. Todo era completamente artesanal, tostábamos el cacao en un horno de cocina, después lo pelábamos con la mano, lo descascarábamos y luego hacíamos todo el proceso manual» para lograr las barras de chocolate, según describió Sánchez.

Inspirados por el modelo de las cooperativas que conocieron en Nicaragua, Sánchez y Martorell plantearon a Maüa como una pequeña cooperativas mallorquina. «Maüa empezó como una micro-cooperativa y a partir de ahí pudimos tener un pequeño local para todo lo que empleaba nuestro obrador», añadió.

Sánchez y Martorell frente al local de Maüa en Mallorca. Foto: Cortesía

Maüa sigue siendo pequeña en términos de personal, pero se ha expandido. Tres personas emplea ahora la cooperativa, dos migrantes (una nicaragüense originaria de Ocotal que acabó residiendo en España y una muchacha venezolana) y un nacional español, nativo de la isla.

«Buscamos mezclar nuestras dos culturas con productos de los diferentes países»

Los desafíos de una marca diferente

«No ha sido fácil» posicionarse en el mercado ante la presencia de grandes empresas de chocolate, admitió Sánchez. «Ya sabíamos que iba a ser un reto y que no iba a ser fácil competir» con esas marcas, así que decidieron no hacerlo.

Maüa empezó a vender chocolate y sus derivados —polvo, granos de cacao, etc.— en línea, durante el confinamiento a razón de la pandemia de COVID-19 en 2020, desde donde sirven a la isla, a la península y también hacen envíos internacionales a Italia, Alemania, Bélgica y hasta los lejanos Dubái y Estados Unidos.

La presentación del chocolate de Maüa es elegante y denota sus orígenes. Foto: Cortesía

«El chocolate Maüa está rompiendo fronteras», celebró Sánchez.

La cooperativa también vende directamente desde su obrador en Mallorca, pero los puntos fuertes de venta, los que les permiten evadir la competencia de las grandes corporaciones, son las que Sánchez llama «tiendas gourmet».

«El chocolate que tenemos dentro de la gama gourmet no compite con las grandes industrias ni con los de supermercado porque es una tableta que oscila entre los 5 y 7 euros, mientras que el chocolate de supermercado anda por los 1 ó 2 euros», aclaró.

Es en estas tiendas gourmet, entonces, que captan a sus clientes. «Después de probar nuestro chocolate, vuelven a esas tiendas», apuntó Sánchez, «porque se dan cuenta que es de mejor calidad, porque sólo tiene tres ingredientes y que está elaborado artesanalmente», agregó.

«En Mallorca, en España sobre todo, la gente consume mucho chocolate pero lo consume de multinacionales; lo come como cualquier golosina, sin conocer los orígenes del cacao, ni de dónde viene, ni si el cacao viene de África por trabajo infantil o si viene de pequeñas cooperativas», explicó.

Maüa ofrece “una nueva visión integral de producir chocolates”. Foto: Cortesía

El mercado al que apuntan es, pues, distinto al de la gran chocolatera corporativa. Sánchez y Martorell querían «enseñarle a la gente que se puede comer un buen chocolate, con un buen cacao que sabemos de dónde lo traemos: de pequeñas cooperativas de países donde no se labora con trabajo infantil».

El chocolate de Maüa ha tenido buena aceptación precisamente por este nuevo enfoque. «Somos los únicos y los primeros haciendo chocolate artesanal en Mallorca; somos las primeras personas en traer el cacao a la isla».

Maüa no sólo vende cacao y sus derivados, sino que desarrolla catas, talleres y otras actividades relacionadas a la elaboración del chocolate en base al cacao.

«Este chocolate se tiene que vender contando la historia; la gente lo valora más cuando contás que una nicaragüense y un mallorquino están haciendo chocolate desde cero, y que traen el cacao desde fuera, pero también con productos locales»

El chocolate y la condición de migrante

Sánchez cree que, de no ser por su trabajo en Maüa, su integración a una nueva sociedad hubiese sido mucho más difícil. «Lo veo con el resto de compatriotas y gente que está por aquí. La mayoría va buscándose la vida sin nada y emprender desde cero es muy difícil, por lo que hay que optar a otros trabajos» que, aunque arduos, no son reconocidos.

«Para mí ha sido un reto muy grande mostrarle a los mallorquinos, que por ser isleños enfatizan lo suyo, que algo puede venir de otro país y ser un proyecto que valga la pena. Siendo mujer nicaragüense, tiene también su mérito, porque como en todo el mundo hay mucho racismo y sexismo», destacó Sánchez.

Una barra de chocolate nicaragüense, “Chocolate Waslala”, producida por Maüa.

Sánchez se afilió a grupos de mujeres en Mallorca, grupos gestados «para reivindicar el trabajo de las mujeres y para que cuenten a otras mujeres cómo es emprender desde cero y cómo es tener tu propio proyecto, y emplear gente», según explicó.

El matrimonio balancea su negocio especial con la crianza de un hijo que tuvieron en Nicaragua. Apuntan a seguir expandiendo el negocio que ha encontrado su nicho en medio de una economía globalizada y una subcultura incipiente.

Aún con todo esto, a sus 41 años, siempre que Silvia habla de cacao no se puede olvidar de Nicaragua.