José Espinoza: Sanar las heridas del exilio con el activismo

Fue expulsado de su universidad en Nicaragua por sumarse a las protestas. Sus estudios no culminados de medicina hoy le permiten laborar en un centro médico como asistente de pacientes, lo que combina con el activismo, apoyando la gestión de migrantes en la Unidad de Refugio en San José, Costa Rica.

 

 

  • San José, Costa Rica
  • 9:27 am
  • Ene 15, 2024

José Espinoza, un jóven activista de 24 que sueña con volver a Nicaragua, pero asegura que mientras eso pasa, seguirá luchando.

Fotografía: Tomada de redes
República 18

Cuando vio entrar a los médicos con sus gabachas a una clínica en San José, Costa Rica, sintió que todo se había acabado. Pensaba que podría ser él quien portara las gabachas y los estetoscopios si la dictadura de Nicaragua no lo hubiera expulsado de la universidad en la que estudiaba.

José Espinoza, un joven de 24 años, estudiante de la carrera de medicina que atendió heridos en las protestas en Nicaragua en 2018, llegó a Costa Rica el 29 de julio de 2022 con tan solo 20 dólares en la bolsa. Luego de concluir en un plan de acogida para migrantes, su desesperación se basaba en la pregunta: “¿Y ahora qué hago?”

Un día decidió salir con una canasta de panes que él mismo había elaborado para “ayudarse”. Fue en la primera jornada que tuvo un “golpe de realidad”, al observar a los estudiantes de medicina y médicos, mientras él asegura que sentía que lo había perdido todo.

El panorama sombrío, duró poco tiempo, puesto que Espinoza no desistió en continuar con su activismo, enfocado en migrantes, la comunidad LGBTQ y miskitos.

Actualmente, todos los días entra a trabajar a las cinco de la tarde a un centro médico como asistente de pacientes, donde concluye su jornada a las 6:30 de la mañana del día siguiente. A las 7:30 acude diariamente a la Unidad de Refugio, en la Uruca, San José, para brindar asistencia y apoyo a los migrantes y, junto a un equipo de voluntarios, traducir a quienes hablan miskito.

La atención la realiza a través de la organización “Voces Diversas de Sacuanjoche AVODIS”, una entidad sin fines de lucro de la que él es su director ejecutivo.

“Al día atendemos casi a 200 personas y vamos todos los días de la semana, desde las 7 de la mañana hasta las tres de la tarde, colaborando con la atención, ayudando a las personas que no saben leer o escribir. Hay gente que abusa de los miskitos y les cobra hasta 40 mil colones por traducir”, cuenta Espinoza.

Y en ese “amanecer” en el exilio, también continuó con sus estudios de medicina en la Universidad Internacional de las Américas (UIA), en Costa Rica, donde continúa sus sueños.

2018: un año de muchos cambios

Pero no todo fue así. Antes de 2018, José Espinoza ya era un activista social, pero asegura que su ritmo de vida era diferente. Es originario de Mateare, municipio de Managua, exactamente del barrio “Los Brasiles” y descendiente de una familia sandinista. En ese sentido, asegura que una de las cosas más difíciles que enfrentó fue separarse de su familia al haberse sumado a las protestas contra el régimen en 2018.

Estudió medicina en la Universidad Central de Nicaragua (UCN) en Managua y fue el presidente de la facultad de ciencias médicas.

“Era un chavalo con muchas aspiraciones. Amaba el trabajo social porque ayudábamos a niños de hematoncológica del Hospital La Mascota, al asilo de ancianos de Jinotepe, colaboraba con proyectos para niños con VIH”, señaló.

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Cuando estallaron las protestas, asegura que un colectivo de jóvenes con los que hacía las obras sociales empezaron a presionarlo para involucrarse.

“Empecé a sentir presión por parte de los estudiantes. El 19 de abril me organizo con algunos muchachos y nos movilizamos para ayudar a personas heridas y manifestantes. Nunca me imaginé que a partir de ese día no volvería a mi casa. Ayudé hasta a un policía, porque en mi visión de médico, tengo que ayudar al que esté en riesgo”, relató.

Cuando llegó a la Universidad Centroamericana (UCA), hoy confiscada por la dictadura, lo secuestraron. Asegura que le pusieron una bolsa en la cabeza y lo tiraron desde una camioneta en las calles de Managua.

Sin embargo, el 20 de abril, participó en la campaña para llevar víveres a la Catedral de Managua, de donde tuvo que salir en una ambulancia cuando atacaron las turbas del gobierno.

Esto no le bajó los ánimos y se atrincheró en la Universidad Politécnica de Nicaragua (UPOLI), hoy también confiscada por la dictadura, donde creó una farmacia para atender a los heridos.

“También estuve en varios ataques a la UNAN. Cuando salí, me expulsaron de mi universidad diciéndome que no regresara”, aseguró.

Vivir en la clandestinidad

Luego de la expulsión, asegura que bajó el perfil para no ser encarcelado por la dictadura. Pero el sosiego duró poco tiempo.

“Hasta que un día, saliendo de un banco, me subieron en una camioneta de la Policía y me llevaron por Bolonia, donde me hicieron un interrogatorio, preguntándome que quiénes nos financiaban, cuántas armas había en la UNAN, donde estaban los ex atrincherados en las universidades”, relató.

José cuenta que le dieron a tomar algo que desconoce que era y le hicieron una llave. Antes de soltarlo, con una aguja de jeringa le marcaron las siglas FSLN en el brazo, mismas que pertenecen al partido político de la dictadura. Esto lo empujó a exiliarse en julio de 2022.

La dureza y el frío del exilio

Cuando llegó a Costa Rica y luego de desistir de la venta ambulante de pan, continuó su búsqueda de trabajo. Hasta que lo encontró.

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“Comencé a buscar trabajo y encontré un espacio como asistente de pacientes y actualmente laboro. Aunque no tenía un título, tenía mis conocimientos muy presentes y puedo hacer más cosas, como procedimientos médicos”, contó.

Con su involucramiento en AVODIS, logró concretar citas con altos funcionarios de Costa Rica para hacer incidencia en beneficio de los migrantes, especialmente nicaragüenses.

Hoy en día, asegura que mantiene la esperanza de volver a Nicaragua, pero que no piensa detener su vida mientras eso sucede.

“Tengo la esperanza de volver, pero no se cuando va a pasar. Una de las vendas que tenía es que quería seguir con mi vida hasta que regrese a Nicaragua. Pero ahora, no me detengo en seguirme preparando, porque tengo esperanzas, quiero regresar y quiero continuar con mi vida en donde esté”, aseguró.

“Debemos pensar en vivir y no en sobrevivir, aun con las limitantes que existan”, remarcó.