El viaje literario de Solange Saballos, una escritora nicaragüense en Noruega

“Hay mucho irrespeto en Nicaragua hacia la juventud en general. Te quieren tratar mal, te vulgarean”

  • 6:30 pm
  • Nov 13, 2023
República 18

Aquella noche de noviembre de 2006 fue ahogada entre vítores, rugires de motores, música testimonial y de campaña. Solange Saballos tenía catorce años, pero no estaba ni ciega, ni sorda y la memoria le servía bien para recordar todo lo que había escuchado.

Yo nunca quise al Frente Sandinista porque mi mamá me contaba las historias horribles de los ochenta” dijo Saballos en entrevista telefónica con República 18.

Me contó de los asesinatos, de cómo se llevaron a su hermano a ser militar cuando él era apenas un niño de trece, catorce años; de los muertos que venían de la montaña; de cómo los líderes del Frente ahí andaba con sus pantalones Levis y si vos querías uno eras un agente imperialista; un montón de estupideces que ellos hacían y decían”, revivió Saballos, a sus 31 años.

Por eso, en la noche inundada de la euforia de la revolución continuada, no pudo contenerse las lágrimas.

“Lo único que hice fue ponerme a llorar porque yo ya sabía todo lo malo que había hecho el Frente y me dio miedo que esas cosas me pasaran a mí. Yo prometí desde esa edad que yo me iba a exiliar si el Frente volvía a incurrir en ese tipo de actos“, comentó.

—Lamentablemente —añadió, y la voz se le nota tan cansada como distorsionada por los nueve mil kilómetros que nos separan—, eso fue exactamente lo que sucedió.

De la biología a las letras

Solange se llama también Zoila y Mariana, su primer apellido empieza con “E”, pero si ella no lo usa, nosotros tampoco. Nació el 17 de septiembre de 1992 en Managua y empezó a escribir “desde que era chiquita, porque en casa de mi familia siempre había un montón de libros. Eso me influyó bastante”, admitió.

—Escribía y declamaba mis poemas en el Colegio Divino Pastor de Managua —recordó con ánimo; su voz pronto adquirió un tono pesaroso—. Pero en Nicaragua la gente no valora la cultura ni las letras.

No sentía que valoraran mis esfuerzos ni nada de eso. Mi familia tampoco quería que me dedicara a la poesía, a escribir. No me apoyaban porque lo miraban como pérdida de tiempo, como pura fantasía. Por eso traté de estudiar una carrera científica”, que estuvo enfocada en el ambiente. Por cinco años, Saballos estudió Biología y Administración de Recursos Naturales en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN) en Managua.

Cuando era estudiante de biología. Estero Real, Chinandega, 2012. Foto: Cortesía

“Pero era” —y aún es— “muy complicado ser bióloga en el ámbito nicaragüense. Empezando por cómo tratan a los defensores ambientales, pasando por la falta de oportunidades laborales, el machismo, entre otras cosas” que la llevaron a otros rumbos.

A mí siempre me gustaron mucho la literatura y la comunicación. Un día decidí dejar todo y apostar por mis sueños.

Aún en biología fue bosquejando su verdadera afinidad por las humanidades, por el arte lírico y escénico.

“En ese tiempo, cuando estudiaba biología, decidí involucrarme en varios proyectos de poesía, de literatura. Me metía al grupo de teatro de la UNAN-Managua. Estudié un año en la Escuela Nacional de Teatro Pilar Aguirre, pero era lo mismo en el mundo del teatro (que en la literatura); no te querían pagar si eras muy joven, los profesores eran tiranos“, explicó.

Hay mucho irrespeto en Nicaragua hacia la juventud en general. Te quieren tratar mal, te vulgarean.

Entre la gestión y lo cultural

Saballos pasó de la biología a la lengua y literatura hispánicas dentro de la UNAN-Managua, así como también empezó a estudiar periodismo en la Universidad de Managua los sábados y domingos. El perfil de la carrera, explica, “era para ser profesor y yo no quería ser profesora porque lo que quería era mejorar en escritura y no sentía que yo fuera buen ejemplo, porque era muy dura conmigo misma“.

Con mis estudiantes del taller de guión cinematográfico en San Carlos, Río San Juan. Enero 2015. Foto: Cortesía

“Pero luego sí me gustó”, confesó, “y trataba de aplicar lo que había aprendido en pedagogía, en psicología de la educación”. Lo trataba de orientar hacia la gestión cultural, un talento que, considera, le es innato.

Siempre he sido buena juntando a la gente, tengo capacidad de hacer networking y siempre he querido que la cultura nicaragüense brille, he sido muy soñadora en ese aspecto.

En Nicaragua se formó con el Centro Cultural de España en el rubro de la gestión cultural. “Me invitaban a talleres, yo también aplicaba”, y eso era también un ejercicio de networking que ayudó a Saballos a la hora de organizar “un par de festivales que dieron de qué hablar en Managua”.

Uno se llamó Managua a 90° y el otro tuvo a Diriamba por escenario. El nombre era tanto título como eslogan o declaración si se quiere: Me tomo la palabra.

—Desgraciadamente —acotó. Otra vez el cansancio asomaba en su voz—, ya sabés cómo somos los nicaragüenses.

“Problemas desde la educación, falta de espacios”, a ambos factores Saballos atribuye que la gente que produce cultura en Nicaragua, por regla general, “sea muy recelosa, con muchos celos y envidias profesionales“.

En vez de pensar en construir, la gente a veces piensa: ‘si no soy yo, no es nadie’, y yo traté de cambiar eso.

Conversatorio sobre Centroamérica Cuenta con Sergio Ramírez en festival literario de la UCA. Agosto 2015. Foto: Cortesía

Otro obstáculo en su desarrollo como autora surgió de sí misma. “Empecé a publicar mis poemas en 2017, tenía un compañero de clases que tenía una revista donde publiqué mis primeros poemas sin que me diera tanta pena porque yo también era muy perfeccionista y me lo tomaba todo demasiado en serio“, señaló.

—”¡Ah, eso no es perfecto!” —recordó decirse a sí misma—. “No quiero publicar nada” y no sé qué más.

Después de eso, un editor español conectó a Saballos con “una revista que se llamaba Liberoamérica” y fue seleccionada para participar en una antología de América Latina y España “que se llama Liberoamericanas, un libro de poesía donde salen varias autoras de México, de Centroamérica, de América del sur, de España”.

Ese ha sido uno de los trabajos que más orgullo me ha dado porque en las otras ediciones que hicieron para España y Bolivia yo tuve la oportunidad ya de incluir a otras poetas, entonces invité a poetas de Nicaragua, también jóvenes, y las publicaba, y yo me sentía tuani porque logré empezar a ser publicada en el extranjero“, dijo Saballos.

“De hecho, yo estaba en el exilio cuando me mandaron el libro, en 2018“, agregó.

Exiliada en Guatemala

Solange Saballos jamás había salido de Nicaragua, pero el 27 de septiembre de 2018, apenas diez días después de haber cumplido los 26 años, tuvo que hacerlo forzada, para salvar su vida. Cualquiera que la hubiera visto entonces pudo haberse dado cuenta. “No podía dejar de llorar“, registra un testimonio recogido por el diario La Prensa. Apenas llevaba cien dólares a su nombre y al de su entonces pareja. No tenía idea de qué iba a hacer al llegar a Guatemala. Lo había perdido prácticamente todo.

En septiembre de 2018, todavía dentro de la crisis sociopolítica iniciada en abril de ese año, Saballos empezó a notar “que a varios compañeros que estuvieron atrincherados los habían sacado de la UNAN y los estaban echando presos. Entonces me metí al entorno virtual de la UNAN y me di cuenta de que me habían expulsado“, una política que el régimen sandinista de Daniel Ortega aplicó de manera masiva contra estudiantes de esa universidad como represalia por haberla tomado a modo de protesta.

“Aquí una vez que vendí poemas en la calle jaja apenas vendí dos y me corrieron los de la municipalidad”. Foto: Cortesía, circa nov. 2018.

Estando en Guatemala participó como columnista en la revista (Casi) Literal, dirigida por el nicaragüense Alfonso Guido. Participó en el Festival de Poesía Mesoamericana en Chiapas, México, y ahí conoció a otros poetas de México. “Fundamos una revista que se llamaba Ek Chapat. No duró mucho el proyecto por cuestiones de logística, billete; yo estaba exiliada en Guatemala”, y luego tuvo que salir de ese país; “fueron demasiadas cosas, pues, en medio, pero fue bonito mientras duró“.

Festival mesoamericano de poesía, panel con las poetas Mónica Lica (México) y Dariela Torres (Honduras). Chiapas, México, diciembre 2018. Foto: Cortesía

“Nos ayudamos de la comunidad nica (en Guatemala), una familia guatemalteca nos estaba dando dónde vivir para mientras. Prácticamente estábamos viviendo de la caridad. Vivíamos en una zona popular, pero también peligrosa ahí. No podíamos salir después de las ocho de la noche porque asaltaban, tiraban balazos. Yo no sentía que Guatemala fuera una opción a largo plazo”, expresó Saballos, quien también temía estar cerca de Nicaragua por temor a ser secuestrada o asesinada por agentes del régimen sadinista.

Yo vivía con miedo, vivía en paranoia.

Camino a Noruega

Fue la misma comunidad nica en Guatemala la que le transmitió la información sobre una convocatoria a una beca llamada Students at Risk, que traducido al español significa “estudiantes en riesgo”.

—¡Wow, yo soy una estudiante en riesgo! —recordó haber pensado la primera vez que oyó al respecto.

“Había tres políticos noruegos que estaban involucrados en el proceso”, rememoró. “Estaban las ONGs, la embajada noruega, el ministerio de educación; tuve que pasar por varias etapas, que validaran mis notas, por ejemplo. Eso fue bien caro porque había que traducir (los documentos). Yo tenía contactos ahí, una amiga; mi ex me prestó dinero”.

Saballos pasó de Guatemala a Países Bajos mientras participaba como actriz en una obra (de teatro) que se llamaba “Bacanal Chipote”, que hablaba de las torturas a los presos políticos y “yo quería tratar de aplicar desde Holanda, ya cuando me dieron la beca, a una visa noruega, pero no me dejaron porque no era residente en Holanda”.

Entonces me tuve que regresar a Guatemala y tampoco tenía residencia ni ciudadanía en Guatemala. Estaba ahí beneficiada con el tratado CA-4 (el Convenio centroamericano de libre movilidad), pero me permitieron aplicar desde el consulado”, explicó.

Llegó a Noruega el 5 de agosto de 2019 a estudiar una maestría en español Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Bergen (UiB).

Protestando en Holanda. Abril 2019. Foto: Cortesía

“Fue bien difícil (adaptarse a Noruega). Yo vine aquí totalmente traumatizada por todo lo que había pasado en Nicaragua. Fue un desgarramiento de mi tejido social. Perdí a mis amigos, familiares. También me separé de mi ex-novio porque él se quedó en Holanda, él también era actor de la obra esta que te dije y no podía traerlo conmigo porque me dijeron que tenía que venir sola a Noruega”, destacó.

Para ella, Noruega fue “un choque cultural muy fuerte” porque “los noruegos son el mundo al revés de los latinoamericanos. Es una cultura muy fría, muy individualista, muy distante. Yo me sentía así, desorientada”.

Creando calidez en el frío

No mucho después de haber llegado, cuando ya creía estarse aclimatando a la vida en una tierra tan fría, llegó la pandemia por COVID-19 y, según relató, “los noruegos se pusieron muy estrictos con eso del coronavirus. Había anuncios por todos lados, en los buses, en los supermercados. No podías hablar con nadie, tenías a todos separados como por dos metros. Prohibieron las fiestas, se volvieron ilegales. Yo vivía en un vecindario de estudiantes, no podía hablarle a nadie”.

En ese momento no le quedó más que centrarse en sus estudios. “Ya había pasado el primer año con buenas notas y estaba estudiando para hacer la tesis de investigación. Mi tema se llamó Ciberactivismo de comunidad nicaragüenses en España como reacción a la insurrección de abril de 2018 y escogí a España porque yo tenía pensado viajar a España a entrevistar a los nicas, y todo eso, pero con lo de la pandemia fue imposible, y todo fue en línea”, explanó.

Aunque no tenía claro cuánto tiempo iba a quedarse en Noruega, se puso a la tarea de aprender el idioma, tradujo poemas y escribió artículos en inglés. Al bajar los temores por el virus, empezó a socializar más no sólo con extranjeros, sino también con los mismos noruegos.

“Los noruegos hablan inglés, lo hablan muy bien estos majes, son bilingües desde niños, pero no es lo mismo que te hablen en inglés a hablarles en su idioma maternos. Así es mucho más fácil caerles bien y romper una serie de barreras invisibles que uno tiene con ellos como internacional”, destacó.

Tal fue su adaptación que encontró el amor y se casó con Phillip Steen-Hansen, nativo de Bergen, quien, según dijo, ha hecho todo lo posible para ayudarla en su proceso migratorio. “Pero él es estudiante, no puede resolverme mis problemas”, acotó.

Saballos junto a su esposo en Preikestolen, Stavanger, Noruega. Abril 2023. Foto: Cortesía

—En agosto de 2022, apliqué a asilo político aquí en Noruega porque necesito que este país me reconozca como tal porque vivo con el terror de que me regresen y de que me maten porque en todo lo que yo he hecho desde aquí le he volado v… —soltó una risilla— ya sabés qué, a Daniel y a la Chayo (Rosario Murillo, primera dama y vicepresidente) desde todos lados: desde mis redes sociales, desde mi trabajo académico, desde mis poemas; he ido a conversatorios a denunciar a la dictadura.

Activismo nica boreal

Saballos lleva quince meses esperando a que la entrevisten para su proceso asilo. Aún confía en que “Noruega me va a escuchar y me van a dar la oportunidad quedarme aquí”. Mientras espera, sí, no se ha quedado callada. La primera vez que habló en noruego en público fue en uno feminista el 8 de marzo de este año, donde expuso la situación que viven las mujeres en Nicaragua.

Saballos en el panel sobre los derechos de la mujer marzo 8, marzo 2023. Foto: Cortesía

“Hace poco publiqué mi primer poema en la revista de la Alcaldía de Bergen, una revista que se llama Kraftverk. También publiqué un artículo en una revista de izquierda que se llama Samora Forum sobre la dictadura en Nicaragua. Se llama Daniel Ortega: den falne revolusjonære, que quiere decir ‘el revolucionario caído'”, una crítica desde la propia izquierda hacia Daniel Ortega y los crímenes de su régimen.

—El problema es que los noruegos —como los europeos más generalmente, aclaró— están enllavados con eso del “sueño revolucionario”. Ellos creen cien por ciento en el Frente Sandinista y para ellos cambiar esa perspectiva ha sido muy difícil, sobre todo porque aquí hay muy poquitos nicas— detalló Saballos, quien agradece que “ahora”, a diferencia de en los años ochenta, “hay redes sociales para que al mundo se le cayera la venda de los ojos“.

Saballos en un festival de trajes nacionales, octubre 2022. Foto: Cortesía

Sigue estudiando noruego ahora que terminó mi maestría; obtuvo la mejor nota. “Estoy tomando cursos extra de educación continua en lengua y literatura nórdica para poder publicar algo tuani en noruego” y también trabaja en un libro, su primera publicación de envergadura, un libro infantil.

“Se llama Desastre en la ciudad de jengibre, está ambientada en la ciudad de Bergen porque aquí cada Navidad hacen una réplica de la ciudad con galletas de jengibre. Estoy en eso, es una forma de sanar la infancia”, explicó.

También nos comentó que está “trabajando en un proyecto de novela”, y recordó cuando participó “en un laboratorio de novela en Nicaragua una vez con Linda Báez Lacayo, que está haciendo un trabajo increíble para sacar una nueva generación de novelistas en Nicaragua”.

—En la actualidad trabajo en línea escribiendo publicidad para una compañía danesa. Escribo en inglés y en noruego, aunque más que todo en inglés, pero me encantaría volver al periodismo algún día y que me paguen —subrayó y echó unas risas antes de despedirnos.