¿Cómo afecta la polarización a la sociedad nicaragüense durante esta crisis política?

La radicalización y el extremismo reaparecieron en la política nicaragüense tras la crisis de 2018. Y ha sido alimentado por el discurso de odio marcado por distintos epítetos ofensivos contra opositores y periodistas.

  • 4:10 am
  • May 5, 2023
Daniel Ortega
República 18

La crisis iniciada en Nicaragua en 2018 tras la respuesta violenta del régimen de Daniel Ortega contra manifestantes hizo convulsionar a la sociedad entera. Oficialismo y oposición por igual se replantearon sus identidades y estrategias, y en medio del caos que supusieron los primeros meses de la crisis, cuando Nicaragua estuvo casi totalmente paralizada por manifestaciones y la violencia que desató contra ellas el gobierno, la radicalización y el extremismo reaparecieron en la política nicaragüense.

La polarización es un fenómeno social por el cual la población adopta posturas, ideas y retóricas cada vez más distanciadas y opuestas. Las posturas ante un determinado problema tienden a reducirse cada vez más a dos esquemas opuestos y excluyentes, la desconfianza y el miedo imperan, la violencia más fácilmente emerge en un ambiente tal.

Divide e impera

“La manera en que la polarización es usada por el extremismo es que, para poder llegar a ideologías extremistas, primero hay que dividir a la población en segmentos” detalla para República 18 Pablo Medina Uribe, colombiano editor de investigaciones sobre desinformación del Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP).

“Puede ser cualquier tipo de segmentos: religiosos, políticos; lo que sea para poder decirle a un grupo ‘ustedes están muy definidos, ustedes son este grupo y hay otro grupo que también está muy definido y son esos otros que están allá’” apunta Medina.

“Hacer esa diferencia es esencial” considera, “para luego poder decir, ‘ustedes son los buenos y ellos son los malos’. Eso es lo que crea la polarización: la posibilidad de luego generar odios extremos de unos grupos hacia otros“. Esta táctica fue quizá más visible cada vez que Rosario Murillo, vocera del gobierno y vicepresidente desde 2021, lanzaba a opositores y periodistas distintos epítetos ofensivos en televisión nacional.

“Sicarios”, “vendepatria”, “somocistas”, “vándalos” son sólo algunos insultos que ha lanzado desde iniciada la crisis, pero también Daniel Ortega ha dedicado improperios contra sus enemigos políticos. “No son nicaragüenses” dijo Ortega en julio de 2022, refiriéndose a los más de doscientos presos políticos que retuvo entre 2021 y 2023. No contento con eso, el mandatario sandinista también les llamó, a gritos, “hijos de perra“.

Desinformación alimenta violencia

En el contexto de la crisis, esta clase de declaraciones pueden ser peligrosas, según explica Medina: “comienzan con mentiras que parecen mucho más sencillas o mucho menos problemáticas y van aumentando hasta llevar a la gente a polarizarse y volverse extremistas”.

En ámbitos institucionales donde el control sobre los individuos es más directo, esta clase de tácticas se utilizan para adoctrinar. El caso de Julio César Espinoza, ex-oficial antidisturbios que en 2018 desertó de la Policía Nacional de Nicaragua, evidencia los efectos de la retórica polarizada.

Espinoza relató al pódcast del medio digital Realidades que, incluso después de haber recibido abuso de parte de sus superiores, todavía creía que: “toda esta gente la va a tener que pagar porque están en contra del Gobierno”.

Expresó además sentirse en la necesidad de “defender al gobierno” porque creía, como decía la propaganda oficialista, que “los que andaban ahí eran un montón de delincuentes y se estaban levantando en contra de un buen gobierno”.

Redes de desinformación

Las redes sociales han probado ser tierra fértil para la desinformación con motivaciones políticas y se ha documentado la existencia de redes extensas dedicadas a esparcir la propaganda gubernamental. Así lo corroboró la corporación Meta, que en noviembre de 2021 desmanteló una granja de “trols”, miles de cuentas dedicadas a azuzar en redes sociales, ligada al gobierno de Nicaragua.

“Es un fenómeno que tiene mucho impacto en la región, que está creciendo, además, y lejos de estar estancado es un fenómeno que uno ve cada vez más” observa Ernesto Rivera, director del proyecto de periodismo de investigación costarricense Lado-B.

Aclara que el asunto de la desinformación está lejos de ser nuevo, “pero ahora cambiaron las formas y las redes sociales hacen que las estrategias de desinformación lleguen de una manera más masiva, más profunda, más convincente que nunca”.

Todos los poderosos

“Los actores políticos que se benefician de la desinformación pueden ser todos” señala Medina y recomienda “hacer investigaciones sobre cuáles en particular se benefician” puesto que “se ha probado en varios países que se da por varios actores diferentes del espectro político: izquierda, derecha, centro”.

Rivera concuerda: “Es un fenómeno que tiene mucho impacto en la región, que está creciendo, además, y lejos de estar estancado es un fenómeno que uno ve cada vez más”.

El gobierno de Bukele usa desinformación” ejemplifica, “como muchos gobiernos autoritarios en el mundo” y sostiene que “el gobierno de Daniel Ortega ha hecho de la desinformación una estrategia política de dominación”, como muchos otros en la región que han tomado discursos en contra de la prensa independiente.

Ante esto, Rivera considera a la prensa como un bastión contra estas tendencias. “Es más necesario que nunca el trabajo de la prensa profesional“, una prensa “que haga depuración de contenido, verificación de datos. En suma: periodismo de la mayor calidad posible” afirma.

Pero no todo recae en manos de los comunicadores, sino que “también hay un trabajo de educación con el público, con la gente para que no replique todo lo que le llega al teléfono, para que tenga una visión un poco más crítica de la información que consume y que consuma información elaborada por periodistas” concluye Rivera.