Vilma Núñez: defensora enfrentada a dos dictaduras

Sin tenerlo en mente, se vinculó con el FSLN en 1965, como defensora de presos políticos. Su ruptura con el partido la marcó el caso de Zoilamérica Murillo. Hoy está nominada a premio internacional.

  • 5:30 pm
  • Nov 18, 2021
defensora nicaraguense
República 18

A lo largo de su trayectoria como defensora de derechos humanos en Nicaragua, ha vivido dos dictaduras: la dinastía somocista y las dos etapas de la dictadura sandinista. 

Aunque apoyó la causa de la lucha contra Somoza desde antes que iniciara sus estudios, asegura que esa ideología sandinista fue secuestrada por algunos de los dirigentes en la década de los ochenta.

Doña Vilma Núñez, presidente y fundadora del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos, fue despojada de su personería jurídica en 2018, sus oficinas fueron allanadas y cuenta que este ha sido el segundo allanamiento que ha enfrentado en su vida.

Debido a su incansable lucha por la defensa de los derechos humanos, la Asociación Pro Derechos Humanos de España (APDHE), le otorgó este 24 de noviembre el Premio en la categoría internacional.de Derechos Humanos 2021.

“Será un honor para nosotros contar con su presencia en el homenaje qe celebraremos el próximo 10 de diciembre a las 11 horas en el Instituto Cervantes de Madrid, durante el cual le haremos entrega de dicho galardón, en caso de que pueda acompañarnos usted o algún representante”, señala una carta de APDH de España, firmada por su presidente, José Ramón Antón Boix.

¿Cómo decidió iniciar en la defensa de los derechos humanos?

No tengo una fecha específica, pero si tengo una militancia y perseverancia en los derechos humanos. Además de los conocimientos, tiene que haber una verdadera motivación personal que te mueve y te predispone.

Viviendo en Acoyapa, Chontales, mi padre que era dirigente del Partido Conservador, fue encarcelado cuando había algún movimiento contra Somoza en 1944. Interioricé mucho eso porque lo iba a visitar a la cárcel y veía lo que significaba todo eso. Creo que esa podría ser la semilla.

Pero además hubo otra razón más personal pero que no la oculto porque es parte de mi vida: yo soy hija fuera de matrimonio.

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¿Y eso cómo la llevó a decidirse por defender derechos?

Siendo mi padre una persona importante, generó un ambiente de discriminación. Mucho tiempo después me percaté que muchas de las cosas que me pasaban en la escuela, en los lugares donde trataba de compartir con la niñez del pueblo, eran producto de la discriminación. 

Eso me impulsó a decidirme a estudiar derecho.Pude haber estudiado otras cosas porque tenía una posibilidad real de estudiar arquitectura porque era buena en matemáticas.

Me daba curiosidad saber por qué los jueces no fallaban adecuadamente. Entonces eso también me llevó a estudiar derecho.

¿Ya en la universidad cómo se desarrolló esa semilla?

Entré a la Universidad Nacional Autónoma de León. Trabajé y estudié desde que llegué para poder cubrir mis gastos y ayudar a mi madre, porque mi padre murió en 1948.

Tenía que pagar un hospedaje y tuve que trabajar de maestra en el Colegio La Asunción de León por muy poco tiempo. Nunca ha sido mi predisposición ser maestra.

Universidad de León
Núñez de Escorcia inició sus luchas por la liberación de reos políticos desde su llegada a la universidad en León. Foto: Archivo

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Llegué en la época más linda de la universidad, en 1958. Ese año le dió Luis Somoza la autonomía universitaria a través de un decreto. El que impulsó la verdadera autonomía universitaria fue Mariano Fiallos Gil y fue el rector de la universidad. Los profesores no eran nombrados por el Ministerio de Educación, sino directamente por las universidades.

Su cercanía con los estudiantes nos marcó a muchos y de esa forma me involucré con el movimiento estudiantil e hicimos muchas cosas contra la dictadura de Somoza. Fundamos un Comité pro libertad de reos políticos universitarios. En ese tiempo ya estaba preso Tomás Borge porque lo vinculaban con el asesinato de Somoza García.

Hicimos marchas, pero lo que nunca se me olvida fue una entrevista con Luis Somoza, que consiguió el rector Mariano Fiallos Gil. Viajamos a Managua, a La Curva, donde despachaba Luis Somoza.

Le dijimos que llegabamos para pedirle la liberación de los presos políticos. Somoza perdió la compostura y dijo: “Me parece ofensivo, ¿cómo vienen a plantear que libere a los asesinos de mi padre?”

Entonces le dije: “Señor presidente, no estamos hablando con el hijo de Somoza, sino con el presidente de la República”. A partir de ahí no hubo oportunidad de diálogo. ¿Usted se imagina que alguien pueda hablar con Daniel Ortega y le pida liberar a los presos?, ¡Eso no ocurriría jamás en la vida!

Usted estuvo encarcelada en 1979, ¿cómo fue ese encarcelamiento?

Después de graduarme, salí con mi esposo, que era profesor universitario, hacia México. Logré hacer un curso de derechos humanos en la Universidad Autónoma de México. 

Cuando regresé, en 1965, me vinculé con uno de los Bufetes de uno de los mejores profesores de la universidad, que prácticamente me enseñó a ser abogada y me dediqué a la experiencia en materia penal, porque no había mucha gente ejerciendo esa rama de manera profesional. Solo había alguna gente que la ejercía, pero movidos por la corruptela y las influencias de la guardia o la Policía con los jueces.

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Al ejercer la materia penal me vinculé con la gente que estaba luchando contra Somoza. El primer caso que recuerdo, logré detener un juicio contra la comunidad indígena de Sutiaba por una muerte que hubo en una recuperación de tierras. 

Procesaron a todos los dirigentes de la comunidad indígena y yo fui parte de la defensa. Yo creía que estaba haciendo una defensa más, pero después se me acerca el Frente Sandinista, a través de un líder indígena que se llama Salvador Pérez, que todavía está vivo y me dijo que con la defensa yo ya tenía una vinculación con el Frente Sandinista.

Anastasio Somoza dirigiendo a la Guardia
El dictador Anastasio Somoza dirigiendo a la Guardia Nacional. Foto: Archivo.

Obviamente, mi reacción fue de sorpresa y me preguntó si estaba dispuesta a seguir colaborando.  Entonces empecé a aportar mínimamente un poco de dinero y poco a poco se fueron acercando a mi. Prácticamente me convertí en la defensora oficial de todos los presos políticos que caían en occidente.

Esos presos tenían una historia de lucha y te vas dando cuenta de otras cosas e involucrando poco a poco. Mi casa se convirtió en casa de seguridad y me daban a guardar cosas.

¿También se involucró con armas?

Físicamente no, solamente en la parte de defensa en los juicios.

Cuando la insurrección estaba llegando a su fin, trabajaba directamente con el Estado Mayor del Frente Occidental Rigoberto López Pérez. A mi jefe sandinista lo mataron quince días antes de mi captura.

Cuando eso pasa, yo ando cumpliendo una misión fuera de Nicaragua. Tuve que regresar, se organiza el Frente Occidental y toma la dirección Dora María Téllez, pero Leticia Herrera se convirtió en mi responsable y vivía en mi casa.

Un colaborador de León nos denunció ante la Guardia y nos allanaron la casa una noche con lujo de violencia y por suerte, Leticia Herrera no se había quedado en mi casa ese día y por eso no la mataron. 

No encontraron a nadie, pero si encontraron una caja con armas que era de uno de mis defendidos y también una lista de colaboradores y casas de seguridad. 

Cuando me estaban torturando me preguntaban si conocía los nombres de las personas y yo decía: “No se quien es”.

Nos llevaron a mi esposo y a mi al Fortín y la guardia negaba que nos tenía presos. Ponían la radio, en la que daba declaraciones Maximiliano Pérez, que era el jefe de la policía y decía: “Nosotros no la tenemos detenida”. Era una especie de tortura.

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Cuando estábamos en El Chipote, nos sacaban diario para interrogarnos y en esos interrogatorios nos sometían a torturas físicas. Te dejaban solo con la ropa interior, te tiran al suelo, te tiran agua y te aplican chuzos eléctricos. Uno siente que el cuerpo brinca.

Mi gran satisfacción es que de mi no obtuvieron ningún tipo de información. Los que mencioné era porque ya sabía que habían salido del país.

¿Y cómo logró salir?

Se interpuso un recurso de Habeas Corpus y cuando me sacan públicamente, el juez René Robelo me lleva en su carro al juzgado de León. Luego me trasladaron a la 21 cuarenta días y después me enviaron a Managua, en La Modelo, cuando estaba la insurrección final.

Después me hicieron un juicio militar y me llevaron a la dirección de aduanas, lo que es hoy Puerto Sandino. Al juicio me trasladaban como con 30 vehículos de las Brigadas Especiales contra Actos de Terrorismo (Becat).

Me condenaron a dos años y me acusaron por contrabando de armas. Además me pusieron una multa millonaria en la que mi hermana y mis amigos recogieron algún dinero.

Mi defensa estuvo dirigida por colegas que estudiamos en la universidad, entre ellas, la doctora María Helena Palacios,  la doctora Fresia Vanegas e inmediatamente se enfrentó a la Policía en los juicios.

Cárcel "La 21" de León
Museo donde fue la “Cárcel 21”, una prisión de máxima seguridad usada por la dictadura Somocista. Foto: Cortesía.

A Fresia, ya muy mayor, le tienen secuestrado a su hijo en León.

Cuando pasa el caso a Managua, el que llevó mi defensa fue el doctor Roberto Arguello Hurtado, con Julio César Avilés, padre del actual jefe del Ejército, que trabajaba en la Comisión Permanente de Derechos Humanos, de la que también fui fundadora.

Había un mínimo de institucionalidad, porque el tribunal del Ministerio de Hacienda anuló la sentencia y me sacaron de la cárcel cinco días antes del triunfo de la Revolución.

Eso no pasaría ahora, porque esta dictadura es peor que la de Somoza. Cosas como esta me hacen ver la diferencia entre ambas dictaduras.

Después usted fue vice titular de la Corte Suprema de Justicia, ¿cómo se tomó esa decisión?

Cuando todavía estaba presa, en la radio Sandino, cuando era clandestina, anunciaron una lista de los funcionarios del gobierno sandinista y ahí venía yo. Yo me di cuenta desde La Modelo, aunque no especificaron el cargo.

Me dio mucho miedo que llegó un guardia costurero en La Modelo

Esa cárcel estaba llena de los muchachos que les decían “Los tira bombas”, entre ellos Carlos Carrión. Algunos presos fueron mis defendidos en los juicios y los habían condenado. Cuando no me daban de comer, ellos me daban tortillas.

Mi mayor temor era que Somoza se fuera y nos dejaran encerrados a todos o que la guardia nos matara. Pero logré salir antes.

En la Corte Suprema de Justicia, tuve el honor de trabajar con personas íntegras, como el doctor Roberto Argüello Hurtado, que era el presidente de la Corte; Hernaldo Zúñiga, Santiago Rivas Haslam, Rodolfo Robelo y Aquiles Centeno Pérez.

Denuncia en el Cenidh por Zoilamérica denunciando el abuso de su padrasto Daniel Ortega por violación , le acompaña doña Vilma Nuñez derecha y Ma Lopez Vijil izquierda . Fotos Guillermo Flores

Nos tocó organizar desde cero un poder judicial completamente en ruinas y sometido a la dictadura. 

Cuando tomamos posesión fuimos a ver el local, que estaba en la escuela Josefa Toledo de Aguerri en Ciudad Jardín, en Managua. Ahí había quedado después del terremoto de Managua de 1972.

Llegamos y encontramos a los trabajadores con miedo de que los despidiéramos, pero lo que hicimos fue entrevistarlos y decirles que no teníamos intención de despedir a nadie, pero sí de establecer nuevas reglas.

La gente se sintió parte del nuevo Poder Judicial, que tenía muchas dificultades y contradicciones con la Dirección Nacional que empezó a desconfiar de nosotros.

¿Qué decían de ustedes?

Los comandantes y otros funcionarios cabeza caliente que se creían los dueños de la ideología sandinista, nos llamaban legalistas, reaccionarios y tenían una enorme desconfianza porque nosotros aplicábamos la constitución que la revolución aprobó, pero habían dejado vigentes el código civil, el código penal.

Entonces se les ocurrió fundar los Tribunales Especiales Antisomocistas, a los que dimos una tremenda batalla porque nos opusimos, pero fue en vano porque jamás nos tomaron en serio y ahí están las consecuencias.

A mi me tocaba recibir a organismos internacionales que venían a reclamarle al gobierno por las violaciones a derechos humanos que se daban. Me tocaba explicarles y era difícil, porque era evidente, pero no teníamos mucha información de lo que ocurría.

Al final me sacaron de la Corte, cuando se quisieron empezar a meter en sentencias y me ofrecen la Comisión Gubernamental de Derechos Humanos, fundada por Leonte Herdocia, papá del doctor Mauricio Herdocia. Pero después la organización cayó en un gran desprestigio, entonces me proponen asumirla para evitar que continuara deteriorándose.

Desde ahí, tomé una posición más crítica y me tocó hacer investigaciones. Tuve muchas discusiones hasta con el mismo Lenin Cerna.

A mi me tocó tramitar por indulto a los últimos guardias que quedaban en la cárcel, entre ellos, al hombre que me fue a capturar a mi casa en León y que había botado las puertas de mi casa. Todavía, en 1987 que salí de la Corte, me quedaba viendo con odio.

¿Qué pasó con esa Comisión Gubernamental?

Cuando ganó doña Violeta Barrios, se decidió terminar con la Comisión Gubernamental y ahí se perdió una gran cantidad de historia porque logramos documentar la cantidad de muchachos del servicio militar que la contra había secuestrado.

El frente sandinista ignoró estos temas y otros de derechos humanos cuando negoció en Sapoá. A ellos jamás les interesó el tema de derechos humanos. 

¿Fue así como nació Cenidh después?

Con un grupo de personas interesadas en el tema, en 1990 fundamos el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos Cenidh. Tuvimos que luchar. Había oportunidad de reaccionar en el gobierno de doña Violeta, pero no resolvían.

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Teníamos la oposición de algunos políticos que creía que no íbamos a ser independientes y que seríamos un apéndice del Frente Sandinista. Pero eso lo demostramos con hechos.

Cuando Arnoldo Alemán echó preso a su propio cuñado,  al doctor José Antonio Alvarado y cuando el mismo Eduardo Montealegre tuvo problemas, nosotros defendimos esos casos.

El Ministro de Gobernación en el tiempo de Alemán me acusó ante la fiscalía de estar dirigiendo grupos armados, cuando los grupos armados y el gobierno habían quedado que yo sería la mediadora para realizar el desarme. En ese caso, el Ejército asesinó uno a uno a los que se desarmaron.

También defendimos a Carlos Guadamuz cuando le quitaron la Radio Ya. Tenemos la denuncia de él. Yo estaba frente a él  cuando dijo: “me van a matar” Y así fue pocos días después, frente al Canal 23.

Todas esas cosas desmontamos el cuento de que íbamos a ser instrumento del Frente Sandinista.

¿Qué la hizo separarse totalmente del Frente Sandinista?

El caso de Zoilamérica Ortega Murillo. Yo llevé su caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y entregamos el caso ganado prácticamente.

Cuando ya estaba todo listo, Zoilamérica se retracta y dice que mejor no sigamos con el proceso. No sé qué situaciones se dieron en ese momento, pero después, un ocho de marzo, ella sale pidiéndole perdón a su madre, Rosario Murillo.

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Doña Vilma Núñez (derecha) durante su infancia. Foto: Cortesía.

Ada Luz Monterrey, periodista y feminista, me llamó y me dijo: “Estoy aterrorizada”. Ella era una gran feminista y una gran sandinista también.

Cuando Zoilamérica se echó para atrás el caso se acabó, porque al retirarse la víctima no hay caso.

Eso selló para siempre la ruptura entre el Frente Sandinista y yo. Pero después nos opusimos al pacto entre Alemán y Ortega.

Y ahora aquí estamos: perseguidos, sin oficinas pero mi promesa es que seguiría aquí.

¿Considera que la dictadura de Ortega supera a la de Anastasio Somoza?

Yo le di seguimiento a las dictaduras en la región y tenían torturas terribles, pero con una motivación de destruir al enemigo político. En el caso de la dictadura de Ortega hay un odio personal y más empeño en destruir, incluyendo a los compañeros de lucha.

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Ortega tiene presos a gente que dieron su vida por él en la lucha contra Somoza, como Hugo Torres ¿Cómo se atrevió Daniel Ortega a tener en la cárcel a Dora María Téllez?

Ese ingrediente de odio y perversidad no lo conocía antes.

Además, antes se podía gestionar algún tipo de acciones, pero ahora ya no tenemos espacio para gestionar nada ante las instituciones del Estado.

Uno tiene secuestrada su voluntad de decir lo que quiere y piensa. En cualquier momento se les ocurre echar preso a cualquiera, allanar su casa y robarle todo.

Todos tenemos miedo, pero tenemos que luchar para que ese miedo impuesto por Daniel Ortega no nos venza.