Exiliado nica se reportó como desaparecido para salvar su vida
Mientras Jeison Canizales huía de Nicaragua, su madre denunció que su hijo había desaparecido para evitar que los paramilitares lo siguieran buscando; sin embardo la familia en Nicaragua ha sufrido allanamiento, arresto y asedio constante

Huir de las feroces balas de los grupos armados de la pareja presidencial, cruzar montes, pedir comida, dormir en el suelo y pasar la frontera sur de Nicaragua fue el reto de cientos de nicaragüenses que en 2018 fueron obligados a salir para conservar sus vidas. Jeison Canizales, de 26 años, quien está a las puertas de cumplir tres años de exilio, formó parte de ese conjunto de personas y hoy es un exiliado nicaragüense a causa de la violencia del régimen de Daniel Ortega.
Para algunos ciudadanos los años están pasando en un «abrir y cerrar de ojos»; sin embargo, para Canizales el tiempo se detuvo, pues nunca olvidará el día que dejó sus sueños de universitario para convertirse en un exiliado perseguido por una «sangrienta y cruel dictadura».
Canizales recuerda que el 13 de julio de 2018, luego de «la operación limpieza» ordenada por Daniel Ortega y Rosario Murillo en los municipios de Diriamba y Jinotepe, departamento de Carazo, y tres más en Matagalpa al norte del país, salió huyendo con un grupo de 34 jóvenes a las recónditas montañas de Nicaragua, sin orientación y sin un peso en el bolsillo porque no lograron contener los violentos ataques de los paramilitares y policías, que ya le habían arrebatado la vida a más de 34 ciudadanos, según organismos nacionales e internacionales de derechos humanos.
Exiliado protestó por justicia
Canizales nació en una familia que durante la Revolución Popular Sandinista (1979) se enfrentaron al dictador Somoza con el sueño de que sus descendientes no tuvieran que pasar por los mismos traumas, pero la historia volvió a pasarles la cuenta. Cuarenta años después, su hijo menor fue a las calles para exigir justicia y terminó exiliado.
Jeison formó parte de las filas de la Juventud Sandinista (JS), pero las acciones e injusticias de este grupo hicieron que desistiera de su puesto; para el 18 de abril de 2018 ya no era miembro de ellos, lo que le trajo duras consecuencias porque las amenazas y ataques no se hicieron esperar.
El 19 de abril, al ver la violenta respuesta del Estado contra los adultos mayores que reclamaban se les respetara su pensión, Canizales emprendió una campaña desde las redes sociales donde se fueron uniendo más personas hasta convertirse en el Movimiento 19 de Abril de Diriamba.
«Me puse a pensar que sería, en ese momento, si mi papá hubiese estado ahí; mi abuelo, mi abuela ¿cómo hubiese reaccionado? Comencé a defender a nuestros ancianos y nuestros derechos».
Luego de la campaña, el joven universitario se fue a apoyar los tranques que se habían levantado para proteger la ciudad de los grupos armados y para exigir la salida de Ortega; pero este era solo el principio de la odisea a la que se enfrentaría y que le cambiaría la vida para siempre.

Se exilió después de andar escondido en las montañas
Las consecuencias de pensar en pro de la libertad y la justicia, fue su exilio. Luego del ataque armado en los tranques de Diriamba donde Canizales decidió esconderse para resguardar su integridad (dado los hechos de violencia que logró presenciar), recuerda que una familia en las montañas les dio comida a los 34 jóvenes que estaban huyendo; que para descansar cortaban hojas de chagüites y ramas que ubicaban en el suelo, pues tenían varios días caminando y sin dormir.
A raíz de que seguían avanzando a la frontera sur de Nicaragua, sin un córdoba y únicamente con la ropa que llevaban puesta, durmieron en causes o donde les cogiera la noche.
«Me tuve que exiliar con mis amigos después del enfrentamiento porque no pudimos retenerlos a punto de morteros, piedras, tiradoras… no pudimos de tanta barbaridad que ellos hicieron al meterse con armas que solo el Ejército puede utilizar. Los policías y paramilitares tiraban a matarnos; fue algo que realmente nunca se me va a olvidar».
Al llegar a un punto ciego de la frontera entre Nicaragua y Costa Rica, sus familiares le hicieron llegar 100 dólares, de los cuales destinó la mitad para que lo cruzaran dos cuadras y el resto se le fue robado por el «coyote» que los estaba pasando entre fronteras. Canizales ya iba solo, se había separado del grupo con el que emprendió el viaje.
Durante el asalto lo único que pudo proteger fue su celular. Al llegar a suelo costarricense buscó una iglesia evangélica donde el pastor se lo llevó a una terminal de buses, le compró el boleto y finalmente le hizo una oración para bendecir su viaje.
«Me da nostalgia recordar lo que pasé porque fue difícil (…) llegué a un puesto fronterizo en Costa Rica, iba en el primer asiento del bus, se montó un oficial y me dice: “papeles”, yo me quité la gorra, lo quedé viendo y le dije: yo no tengo papeles, vengo solamente con mi cedula de identidad de Nicaragua. El señor dice: “Yo sé porque vienen huyendo, aquí están muchos muchachos, si vas a ingresar a nuestro país que sea para un bien. Que Dios te bendiga”. A mí no se me olvidará ese puesto fronterizo y las palabras de ese oficial».
Al llegar a San José, Costa Rica Jeison se sintió aliviado, pero no tenía dónde ir. Se sentó en un parque donde vio a un amigo nicaragüense que le dio espacio en su casa donde estuvo dos días, después buscó ayuda en las organizaciones que apoyan a inmigrantes.
Hasta la fecha, Canizales guarda la ropa con la que cruzó a Costa Rica porque no quiere olvidar el motivo por el cual llegó a ese país.
Mientras ha estado en el exilio no solo se ha dedicado a trabajar, también ha sido atendido psicológicamente porque los traumas causados le han provocado depresión. Con el dolor reflejado en su mirada asegura que hay muchas noches en las que ha llorado porque extraña a su familia y su país.

Arremetieron contra su familia
Mientras Jeison salía de Nicaragua, su madre denunció que su hijo había desaparecido para evitar que los paramilitares lo siguieran buscando, pero la estrategia no funcionó, ya que sin una orden de arresto y de manera violenta los parapolicías acuerpados por la sancionada institución policial ingresaron a su vivienda destruyendo todo lo que encontraban a su paso para arrestar al hijo mayor.
«Mi hermano pasó casi un año preso, fue liberado después del asesinato de don Eddy Montes. A mi hermano lo confundieron conmigo y le pusieron una escopeta en la cabeza preguntando dónde estaba yo y que quién era Jeison Canizales. A como todo hermano mayor se puso firme y nunca dijo nada, estaba dispuesto a dar la vida por mí».

A casi un mes de su exilio y del secuestro de su hermano mayor, Jeison ve en las redes sociales cómo agentes policiales esposaron a su padre Oswaldo Canizales a la tina de la camioneta y lo arrastraron por varias calles de la ciudad; la única justificación para dicho acto violento fue que se oponía al «Gobierno del presidente Daniel Ortega» y que habían recibido seis denuncias por «terrorismo».
De igual manera, arrestaron a su hermana, la cual fue liberada enseguida y requisaron su vivienda decenas de veces.
Es así como Jeison Canizales vive su día a día, con la incertidumbre de que en algún momento vuelvan a lastimar a su familia; pero pese a eso, sueña que un día volverá a su tierra y que podrá criar a su hijo en una república.