“Versos libres y prosa cautiva”: el desafío de Álex Hernández tras sobrevivir a la dictadura
El excarcelado político Álex Hernández pasó 536 días en prisión por encarar los abusos de la dictadura sandinista de Nicaragua. Ahora pone los puntos sobre las íes en su nueva obra literaria.

"Versos libres y prosa cautiva" pasó casi siete años en un limbo. Hoy está aquí.
Álex Hernández tenía 27 años cuando lo mandaron a prisión por primera vez. “Yo estaba saliendo de mi trabajo el 18 de abril de 2018 en Managua. Estaba saliendo de mi trabajo y días antes me habían invitado a participar de una protesta (contra una serie de reformas a la Seguridad Social nicaragüense).
Había recibido una invitación por Facebook. Habló por mensaje con algunos muchachos que iban a hacer una pequeña protesta en Camino Oriente, al sur de Managua. “Y tenía yo la idea de sumarme. Me encontré con ellos. Había unos 15 o 20 chavalos a lo mucho. No los conocía a ninguno de ellos. Simplemente habíamos coincidido con la convocatoria. Llevaron cartulinas y esas cosas y entonces yo me sumé”, recuerda.
Inmediatamente llegaron las turbas, los policías.
“Se dieron los enfrentamientos de ahí en adelante. Al día siguiente, me tocaba estar en Masaya por razones de trabajo, pero no pude llegar. Cuando iba para el parque central se había convocado una marcha ese mismo día, pero cuando pasé la Policía estaba aplacando la marcha. Acompañé a la gente de Monimbó”, el barrio indígena de Masaya, “y regresé a Catarina esa misma tarde”.
En Catarina se autoconvocó con una decena de otros ciudadanos que repudiaron la violenta respuesta del régimen sandinista contra las manifestaciones. Lo que empezó como una amalgama de descontento por las reformas antes mencionadas y una crisis ambiental, pronto se convirtió en un reclamo pro-democracia.
“En los días sucesivos fuimos convocando a más marchas, recorríamos cada vez más territorio” conforme se sumaban los pueblos aledaños de San Juan de Oriente y Niquinohomo, y los municipios de Diriá y Diriomo del departamento de Granada. “Ahí empezó el proceso de organización. Se formó el Movimiento 19 de Abril – Catarina“.
La protesta evolucionó conforme la represión se hacía más fuerte. Para mayo, las marchas dieron lugar a barricadas en las principales carreteras del país. “Nos sumamos a los tranques”, relata Hernández, “hasta que se dio la Operación Limpieza“, uno de los operativos más sangrientos que el sandinismo ejecutó contra la población civil y que a ellos los golpeó el 15 de julio de 2018.
“Tuvimos que refugiarnos en Masaya”, pero después Masaya fue golpeada con más fuerza aún, “específicamente en Monimbó”, apenas dos días después. “Nos dispersamos todo mundo” y no en vano: tan sólo en Masaya fueron asesinadas 34 personas con la sangre más fría que el país había visto desde los episodios más cruentos de la posguerra.
De prisión al exilio y de vuelta
“Muchos se fueron para Costa Rica. Otros llegaron a otros lados del país. Yo me refugié en Managua y en otros sectores del país. Sentía que había cosas pendientes por hacer. Aunque no pretendía yo hacerlas todas. Pero por lo menos quería aportar un poquito” hasta que dieron con él.
Fue un 23 de septiembre de 2018, una fecha que tiene grabada todavía en la memoria.
Álex Hernández fue presentado por las autoridades de la dictadura como un criminal, aunque nunca substanciaron sus acusaciones. Foto: Cortesía
“Yo no soy de los que pasó más tiempo“, dice hoy. “Creo que hay gente que pasó más tiempo”, pero lo cierto es que estuvo 536 días de encierro injusto. La primera vez fue de ese septiembre hasta la aprobación de la Ley de amnistía, el 8 de junio de 2019. Fue esa primera estancia en prisión lo que lo llevó al exilio por primera vez.
“El exilio nunca fue una opción para mí“, admite. “Cuando salí por vía de la amnistía, por recomendaciones y consejos de mi familia, tuve que ir a Costa Rica. Lo hice no más me liberaron, pero no me hallé en el exilio. No me hallaba estando largo y regresé a Nicaragua apenas seis meses después, el mismo 2019, por vereda”, o sea, cruzando irregularmente la frontera.
Se asentó en Managua y tuvo incidencia en organizaciones como la Unión Nacional Azul y Blanco, de cuyo Consejo Político formó parte, y en el área de organización de la Coalición Nacional por la Justicia y la Democracia, hasta que lo volvieron a capturar el 23 de agosto de 2021, otra fecha que le surge con facilidad.
Para marzo del año siguiente lo enjuiciaron en el centro de tortura de El Chipote, su prisión. Fue un proceso en el que tuvo nulas garantías, el 1 de marzo. Ese mismo día lo condenó un juez sandinista por “conspiración para cometer menoscabo a la integridad nacional”, por lo cual recibió, ocho días después, una sentencia de 10 años.
Álex Hernández en el juicio en el que fue condenado a 10 años de prisión por delitos espurios. Foto: Cortesía
Pero no la cumplió: menos de un año después, en febrero de 2023, el régimen lo montó en un avión junto a otros 221 presos políticos. Confiesa no haber tenido en mente la idea de salir del país. “Se sintió alegría, alegría por saberse libre, pero era una alegría muy agridulce porque supimos que, una vez montados en esos buses y llegando al aeropuerto, que Nicaragua iba a ser en adelante un anhelo“.
¿Cómo llegamos aquí?
Álex Hernández al llegar a los Estados Unidos en febrero de 2023. Foto: Cortesía
Hernández, ahora de 34 años, originario de Catarina, Masaya, es egresado de Administración de empresas, cursando actualmente una maestría en Estados Unidos, donde ahora reside. “Mis intereses siempre han sido el crecimiento personal, pero también ayudar lo más que pueda“, comenta.
“Yo aquí estoy solo”, sentencia. “En este país. Somos yo y unos amigos que tengo. Muchas buenas amistades, por cierto. Pero no tengo a nadie aquí. No tengo ni un primo, ni nada que se le conozca. Y las personas más cercanas a mí que eran de mi pueblo ni siquiera viven en este estado. Viven en Miami. Sólo los he visto dos veces”, explica la “desazón”.
Ahora tiene un libro en las manos. Un libro suyo.
“Versos libres y prosa” cautiva fue un proceso de años, una lucha contra el destino, de cierto modo. Foto: Cortesía
Antes del encierro había sido un escritor amateur. “En Nicaragua hay escritores y poetas hasta debajo las piedras”, bromea. “Es una gracia que tiene Nicaragua; pues yo escribo sin considerarme escritor. Yo siempre he escrito cosas, desde antes del 2018 escribía poemas y cosas así, y las compartía en algunos festivales”.
No puede precisar la fecha, pero el anhelo de concretar un libro estuvo ahí, vagando en su mente. Fue una lucha, resulta claro, contra “el destino” mismo, llega a ver hoy. Primero que si el tiempo, luego el propio edificio se caía. “Y cuando ya tenía avanzado mucho de un libro que yo quería escribir, que era algo así como una novela, llegó el 2018”.
Cuando la Policía de la dictadura allanó su casa, “todas esas cosas ahí se perdieron”.
Su primera estadía en prisión, en la cárcel La Modelo de Tipitapa, tuvo la facilidad de tener a mano un cuaderno con un lapicero. Ahí, en medio de la inhumanidad del encierro, “decidí reescribir todas aquellas cosas de las que me acordaba para darle forma definitivamente y escribí cosas nuevas”. Eso lo llevó consigo al salir libre en 2019.
Pulió, moldeó y editó, pero en 2021, cuando allanaron la casa en la que se había establecido en Managua, “todas esas cosas que escribí se perdieron. Se perdió, todo eso se perdió“.
El encierro en El Chipote fue inhumano, una serie de torturas de hambre e insomnio, un verdadero reto psicológico.
No podía escribir ni leer nada, al menos no a la vista de los guardias, “no teníamos absolutamente nada para entretenernos”, por lo que él se dedicaba a narrarle historias a los otros presos. Clandestinamente, Hernández se hico con materiales mínimos: con un lápiz de grafito escribía en papel higiénico los poemas que ahora tiene en papel olor a nuevo.
“Haciendo algunas maniobras que por ahora y por seguridad no me siento libre de contar” hizo salir de prisión los textos para encontrarlos tiempo después. “En 2023 me encontré con la grata noticia de que todas esas cosas que yo había vivido estaban intactas y se me hicieron llegar todos los papeles que escribí de 2021 a 2023 a lo largo de semanas, de poquito a poquito“.
Y algunas pocas cosas, “muy pocas cositas”, habían sobrevivido al 2018 en manos de allegados. Así fue naciendo Versos libres, prosa cautiva.
Versos libres, prosa cautiva
Desde su destierro —que conllevó también la pérdida de su nacionalidad— fue dejando pequeñas migas. Un poema leído en un evento por aquí, una reflexión en otro por allá.
“Quería que supieran de primera mano lo que realmente uno piensa estando preso. Y fue así, con el ánimo de mucha gente que me daba aliento, que me daba la mano para continuar, que finalmente todas esas pequeñas cosas las logré plasmar”, explica.
En el proceso de consolidación del libro, Hernández contó con la ayuda de Juan Sebastián Chamorro, intelectual y académico que fue aspirante presidencial y preso político, su compañero de celda y ahora autor del prólogo de la obra; así como de la periodista nicaragüense-estadounidense, corresponsal de la cadena Univisión, Tifani Roberts.
Álex Hernández trabaja y continúa su formación en la actualidad. Foto: Cortesía
“Se llama Versos libres porque yo me considero poeta. No soy formado, no tengo la experiencia y puede que muchas cosas que escriba a la gente no le guste, pero eso es lo que hace libre a la poesía libre, sin estar encerrada en la métrica; pero también son versos libres porque me sentí libre“, razona Hernández.
Y se llama prosa cautiva “tiene que ver con lo que fue estar escribiendo encerrado”, un proceso que ahora reflexiona de cara a una dimensión de su vida que alguna vez lo movió a intentar ser sacerdote. “Soy una persona muy creyente, no muy inclinada por la ciencia ni nada de esas cosas“, admite.
Desde esta perspectiva, no ve el encierro tanto como un castigo, que lo fue.
“Ya después de cierto tiempo, estando preso y tras haber pasado por la etapa de angustia, miedo, desesperación, enojo, odio y todas aquellas cosas que pueden surgir en alguien que está encerrado de manera injusta…. con el auxilio de la fe que tengo, junto con muchas otras personas que también la comparten, decidí comunicarme de la mejor manera posible con Dios y decirle que aceptaba su voluntad”.
No como una resignación, subraya, sino como aceptación.
“Si estaba preso era por su voluntad, porque tenía un propósito para que yo y los demás estuviéramos allí. Esa visión de que el presidio fue un servicio y no un castigo. Si bien así lo ven algunas personas, como el castigo por luchar. Estando en la celda, no sólo estábamos presos, sino que también resistíamos y contribuíamos, sacrificando nuestra libertad en función de que otros tengan libertad también”, mantiene.
“Con ese espíritu de abandonarme en mi fe y de pensar en lo bueno en lugar de lo malo, de ver el lado positivo de la cárcel, si es que puede tener algún lado positivo estar preso, lo asimilé como un servicio a la causa y no como un castigo por luchar“.
Así es como lo ve ahora.
(Versos libre y prosa cautiva puede conseguirse en su versión física a través Amazon. La versión digital está todavía en proceso al momento de publicarse este trabajo.)