Ana Margarita Vijil: defensora y activista de carácter gentil con una voluntad inquebrantable por Nicaragua
Vijil recibe las críticas por su afiliación política con una actitud reflexiva. “Entender que esa es nuestra realidad me ayuda a no personalizar las críticas. Cuando alguien es especialmente agresivo, pienso: ‘bueno, esa persona tiene su propia historia’”, reflexiona.
“El exilio me movió más que la cárcel. La cárcel es un infierno, pero nunca imaginé que tendría que vivir en el exilio, no estaba preparada para eso, fue sentirme perdida preguntándome: ¿qué hago ahora?”, comparte Ana Margarita Vijil Gurdián, quien fue presa política por 606 días y posteriormente desterrada del país por el régimen de Nicaragua.
Nacida en León, es la sexta hija de una familia que tras la revolución de 1979, dejó todo y se trasladó a Managua. “Aunque nací en León, parte de mi corazón es de Managua porque ahí están mis recuerdos de niñez”, confiesa.
Refiere que estuvo siempre influenciada por su padrino el padre Fernando Cardenal, un sacerdote comprometido con la educación en Nicaragua.
Desde pequeña, su familia le inculcó una fuerte influencia cristiana y le enseñaron a ser coherente con sus principios, especialmente en su vocación por la justicia. Asegura que siempre tuvo una responsabilidad con su país, “desde chiquita siempre sentí que tenía una responsabilidad, no solo con el país, sino con el amor a Nicaragua que no podía ser simplemente algo abstracto, sino que implicaba que los nicaragüenses teníamos una responsabilidad para hacer que la sociedad nicaragüense fuera más justa”.
Estudió derecho porque admiraba a los defensores de los derechos humanos, “no hay causa que justifique la violación a los derechos humanos”, sostiene.
A través de una beca Fulbright, continuó sus estudios con una maestría en Ciencias Políticas en la Universidad de Arizona, lo hizo en esa localidad porque quería tener un contacto más directo con la realidad de los migrantes.
Desde su juventud, estuvo involucrada en movimientos estudiantiles. Vijil recuerda haberse enfrentado a la maquinaria de la Juventud Sandinista en la universidad combatiendo la corrupción y la impunidad.
En el año 2000, después de que se le retirara la personalidad jurídica al Movimiento Renovador Sandinista (MRS), participó en la creación del Movimiento de Unidad Nacional, un partido político que duró poco tiempo.
No personalizar las críticas
Durante la candidatura del ya fallecido disidente Herty Lewites, Vijil dejó su trabajo como asistente en el caso de Nicaragua contra Colombia ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya, en Holanda para unirse a la campaña. “Ahí me reencontré con el MRS, mi papá era fundador desde 1995 y me enamoré de su gente”, señala.
Recuerda la fortaleza y solidaridad de los miembros de este movimiento, quienes luchaban contra el poder desde los departamentos del país. Tras la muerte de Lewites en 2006, decidió unirse al MRS, que más tarde se convertiría en UNAMOS, “es definitivamente mi otra familia”, comparte.
Vijil recibe las críticas por su afiliación política con una actitud reflexiva. “Entender que esa es nuestra realidad me ayuda a no personalizar las críticas. Cuando alguien es especialmente agresivo, pienso: bueno, esa persona tiene su propia historia”, reflexiona.
“Yo aprendo mucho, además es mi red de solidaridad, una red de solidaridad extraordinaria. Cada uno de nosotros tiene que, en el momento de la vida, responder por los actos que ha cometido. Y bueno, yo respondo por los errores que he cometido en mi vida y estoy aquí porque uno siempre comete errores, el que no comete errores es el que no ha vivido”, destacó.
De UNAMOS, subraya la importancia de la democracia interna y el liderazgo colectivo: “lo que me llena de orgullo es que este no es un partido de una sola persona, sino un lugar con reglas donde todos pueden ser escuchados”.
El alto costo de levantar la voz
Vijil ha pagado el precio por su activismo y por ser defensora de derechos humanos. Recuerda el 13 de junio de 2021, cuando fue detenida sabía que el régimen la iba a buscar.
“Estaba harta de las casas de clandestinidad, harta de esconderme, mi protesta fue estar presa porque sabía que afuera denunciarían mi detención”, cuenta.
Para ella, el costo fue alto, no solo por lo que vivió en la cárcel, sino también por el sufrimiento de su familia.
“El régimen es el causante del deterioro de la salud de mi mamá y de su posterior muerte. Eso lo vivo, lo siento, lo sé quieren callarnos atacando a nuestros familiares, quieren callarnos atacando adentro, como buenos criminales que son pero eso puede servirles temporalmente, un poquito, pero es completamente insostenible”, apunta con voz firme y serena.
La experiencia en prisión fue dura, pero la fortaleza espiritual la mantuvo firme. “Cuando me quitaron el derecho a hablar, leer y escribir, sentí con más fuerza mi lado espiritual. Las vibras que me mandaban desde fuera me mantenían firme”, destaca.
Vijil añade que lo otro que la sostuvo es que tuvo la suerte de estar en un lugar donde estaba sola, pero podía ver a la gente pasar.
“Decidí que mi misión en la cárcel era darles ánimo. Creo que nunca en mi vida he dado tantos besos y abrazos. Cada vez que veía a alguien ser sacado para interrogatorios, les mandaba besos y abrazos. A veces me podían castigar por estar tan cerca de los barrotes, pero esa era mi misión”.
Cuenta que cada uno de los presos y presas políticas hacía lo suyo. No podíamos hablar ni hacer nada pero siempre se puede superar la censura, a veces nos hacíamos algunas muecas, recuerda.
“Tener a doña Violeta (Granera) al otro lado, una de las personas que más admiro en el mundo, me dio una fuerza tremenda.La solidaridad entre nosotros fue otro gran pilar. A veces, recibía besos y abrazos también”, señala.
Insiste que la vida es eso, en unos momentos apoyarte en otros y en otros que los demás se apoyen en ti. Creo que esa fue la forma de vivir en la cárcel, refiere.
Sobreponerse al exilio y continuar aportando a Nicaragua
Al ser excarcelada y despojada de su nacionalidad, Vijil se preguntó cómo podía ser útil desde el exilio. Reconoce que en Nicaragua sentía que podía hacer más, pero en el exilio pasó mucho tiempo reconstruyéndose.
“La muerte de mi mamá, estando en el exilio, fue uno de los momentos más duros de mi vida. La muerte de la madre es algo desgarrador y más en este contexto tan complejo”, señala.
A pesar de todo, encontró fuerza en la solidaridad de nuevos amigos y organizaciones “he recibido mucha ayuda, desde apoyo psicológico hasta material, esta solidaridad ha fortalecido mi fe en el ser humano”, apunta.
Vijil asegura que sigue luchando desde el exilio, apoyando a quienes continúan resistiendo, “he aprendido que uno puede ser útil donde sea. En Nicaragua no podía hacer mucho, pero aquí sigo denunciando, apoyando juicios de asilo y ayudando a quienes siguen luchando”.
Para Vijil, la solución a la crisis de Nicaragua no está en un partido o una persona, considera que la solución debe ser colectiva, todos debemos trabajar juntos, aunque no coincidamos en todo, sostiene.En su visión, el nuevo gobierno a la salida de Daniel Ortega debe reflejar esa diversidad.
“Es muy importante que la gente en Nicaragua sepa que no están solos, hay redes de apoyo, nadie está a salvo y por eso debemos protegernos”, destaca.
A pesar de la dureza del régimen, Vijil se muestra optimista, destacando que con lo único que triunfan Ortega y Murillo es la parálisis. “No han ganado, están más débiles de lo que nos quieren hacer creer, la resistencia es la clave y no están solos”, afirma con determinación.
Finalmente, destaca que el camino hacia la libertad de Nicaragua debe ser colectivo, “todas las dictaduras caen y la nicaragüense también caerá, pero para eso debemos seguir caminando y hacerlo juntos”, concluye.