Los Tercero-Espinoza: un matrimonio de letras y ciencias
Él médico, magíster en administración empresarial y conocedor de la literatura nicaragüense; ella dramaturgo, escritora y ensayista.
El 10 de agosto de 1978 contrajeron matrimonio Luis Alberto Tercero Silva y Gloria Elena Espinoza Padilla. Tendrían alrededor de 30 años entonces, según cuenta la propia Espinoza. “Mi madre me hizo un vestidito bonito blanco. Nada de esas cosas de velos y coronas, y el montón de cosas; no me importaban esas cosas”, dijo Espinoza vía telefónica a República 18.
“Somos muy diferentes; “, contó la escritora, autora de varias novelas y obras teatrales, con una amplia sonrisa pintada en el rostro. “Pero nos enamoramos el uno del otro. Me enamoré de esa elocuencia que tiene, de ese intelecto. Yo tenía otros enamorados, pero los aparté y fui con mi marido“.
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Se casaron en la iglesia La Merced en León. Había jurado a Dios su juventud por preservar la vida de su padre, luego de un accidente automovilístico en 1968 que le cambió la vida. Tuvo que reubicarse en Managua para cuidar de su padre durante once meses.
“Yo fui muy fuerte, en el accidente y en el terremoto (de 1972). Yo era muy fuerte y todavía soy fuerte“, dijo con determinación. Para entonces ya había estudiado música en el Conservatorio Nacional de Música, aprendió a tocar el piano y en el colegio La Asunción nutrió sus dotes teatrales.
No se casó hasta que un sacerdote, el mismo que ofició la misa, le aseguró que su promesa estaba saldada. “Yo soy muy religiosa, muy católica y muy religiosa”, confirmó.
“Yo soy actriz”
Logró graduarse de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua en Managua en 1972 (año en el que su casa capitalina fue destruida en el terremoto de diciembre, llevándola de vuelta a León) como profesora de Educación media, y en 1976 se ganó la licenciatura en Ciencias de la educación con especialidad en ciencias sociales.
Gloria Elena Espinoza en 2012. Foto: Cortesía
Volcada a la docencia en el área de ciencias sociales y lengua y literatura, llevó su amor por las letras a los colegios de León. Cada junio organizaba los Seminarios Intercolegiales de Literatura, una jornada de una semana en la que participaban todos los colegios de la ciudad, entre otras actividades con las que buscaba promover las letras en el estudiantado.
“Yo soy actriz”, declaró. “Yo soy de teatro, el teatro fue lo primero, no fue la novela. La novela vino después”, añadió. En su tiempo en Managua llegó a actuar en el Teatro Nacional Rubén Darío y ya estando en León dirigió a los estudiantes en los papeles que ella misma había conocido e interpretado en la tumultuosa década del ’70.
Asclepio, Hestia y las Musas
Tiene sentido, pues, que congeniara tan bien con Tercero, quien había gestado un impresionante hábito de lectura para cuando se bachilleró a mediados de los ’70. “Procuraba desarrollar mis habilidades y tenía muchos compañeros a quienes les interesaba la literatura. Conversábamos de eso. Entonces fui progresando en el conocimiento”, relató Tercero.
Para 1981, Tercero estaba realizando su servicio social como médico en León. Fue llevado a la práctica médica, y a las ciencias exactas más ampliamente, al interesarse en la química, sobre todo en los descubrimientos de Gregorio Mendel sobre la genética. Ese interés definiría su práctica por los años siguientes.
“Comencé a manejar y comprender los detalles de la investigación científica, a plantearme lo que era una investigación, su metodología, obviamente el análisis estadístico y cómo se aplicaba a diversas circunstancias de distribución de frecuencias de las poblaciones que estudiamos”, comentó Tercero, quien estuvo a la vanguardia de las ciencias en Nicaragua.
Luis Tercero Silva durante su estadía en Inglaterra en la década del ’80. Foto: Cortesía /Archivo Personal de la Familia Tercero-Espinoza
Su esposa lo acompañó a Inglaterra cuando surgió la oportunidad de expandir su conocimiento en la isla, a eso de 1983. En Leeds estudió Planificación y administración en servicios de la salud; en Aberdeen, Escocia, concurrentemente se preparó en Economía de la salud.
“Hice un diplomado de mil doscientas horas curriculares sobre lo que se llama educación médica. Para seis profesores yo era el único estudiante. Mi idea era prepararme en el área de la salud para desarrollar nuevas áreas, nuevas prácticas de investigación”, detalló Tercero, quien al regresar a Nicaragua cooperó con el sistema de salud de entonces en el área de administración hospitalaria.
Entre 1987 y 1989 estudió Administración de empresas en el Instituto Centroamericano de Administración de Empresas (INCAE), institución para la cual trabajó como investigador al graduarse y hasta 2004. Luego fue asesor del ministro de Educación, Miguel Ángel García, entre 2005 y 2007, y asesoró al Ministerio Agropecuario hasta 2009.
Túnica de lobos
De todo ello nos habla con pasión, esgrimiendo el vocabulario técnico con precisión y mesura. Cuando el tema se desvía, inevitablemente, a la literatura, mantiene ese mismo rigor. Tiene en su librero casi todas las novelas publicadas en Nicaragua, “unas 250”, calcula, aunque admite que alguna que otra se le habrá escapado.
“Quisiera yo llamar la atención sobre las cosas buenas que hay en la novelística nicaragüense, aunque ahí estoy restringido porque no voy a tocar ni a Sergio Ramírez ni a la Gioconda Belli porque están suficientemente estudiados”, explaya don Luis.
Entre los grandes exponentes de esta escena literaria cuenta a “la Gloria Elena, mi esposa, aunque me critiquen porque yo soy el esposo” y ha defendido ese criterio por escrito con la misma lucidez que exhibe al hablar.
Podríamos pasar todo el día mencionando libros y autores nacionales y a todos los ubica en tiempo y espacio tanto como en las tradiciones y paradigmas literarios; algunos son amigos cercanos del matrimonio.
Gloria Elena Espinoza en el jardín de su casa. Sostiene un libro que anota y comenta sus presentaciones entre 1992 y 2019. Foto: Cortesía /Archivo de la Familia Tercero-Espinoza
Pero la novela que nos llevó al tema de su enfermedad fue Túnica de lobos, publicada en 2005. Doña Gloria la menciona brevemente antes de contar la historia de su diagnóstico. “Eran unos dolores increíbles, indescriptibles. No te los puedes imaginar, en cada articulación de mi cuerpo“, y mueve las manos imitando lo que pudo haber sido su expresión en ese terrible momento.
En 1998 fue diagnosticada con Lupus Eritematoso Sistémico, una enfermedad en la que el sistema inmunológico erróneamente ataca partes y tejidos corporales sanos, llegando a ocasionar dolores intensos e inflamación en articulaciones, fiebres, dolores en el pecho, úlceras, entre otros síntomas.
“Luis Alberto me llevó a la clínica y allí me me hicieron todos los exámenes”, cuenta doña Gloria. “Yo creía que era un problema intoxicación por plomo”, por el tiempo que dedicaba a la pintura, aporta don Luis.
Oda a Cindy Crawford
Gloria despierta una mañana, enciende el televisor. “No sé si era Canal 12 o en qué canal era, pero era uno que había aquí en León. Tal vez el Canal 24. Era Telecable. Yo siempre que la recuerdo le digo, ‘Dios te bendiga, porque me hiciste mucho bien'”. Le habla a la modelo estadounidense Cindy Crawford, entonces bastante en boga por revistas y pasarelas.
Pero a ella la recuerda no en ropa de diseñador, sino en un leotardo ajustado, estilo ochentero, moviéndose intensamente, sudando. Es la rutina de ejercicios Shape Your Body (1992). “Venían mis hijos y me veían que estaba haciendo ejercicio, pero no sabían el dolor que me causaba“, revive Gloria.
“Flaca, flaca y débil” es como describe a la Gloria de ese entonces, asegura que por una serie de tratamientos experimentales a los que acudió en desesperación. Al ver a Crawford moverse y moverse ella con Crawford, a pesar del dolor, sostiene que la vida le volvió al cuerpo. “Así me curé yo sola”, acota.
“Yo tengo mucha voluntad porque alguien que se da cuenta de que tiene una enfermedad puede irse para abajo y decir, ‘ay, qué horrible esto’, pero yo dije, ‘yo no le voy a poner a mis hijos una mama y a mi esposo una mujer en la cama y en silla de ruedas“, y reitera que es muy fuerte. “Yo soy fuerte”, y reímos todos juntos.
“Aunque el lupus sigue andando, porque sigue andando, yo ahora bailo con él“, concluye Gloria, antes de volver con sus amigas.