María Esperanza Sánchez: “Estoy libre, pero la mitad de mi vida está en Nicaragua”

La excarcelada política añora poder reencontrarse con sus dos hijas y nieta de seis años. Actualmente está en busca de un trabajo que le permita sobrevivir en Estados Unidos

  • 3:11 pm
  • Jun 22, 2023
República 18

María Esperanza Sánchez aún recuerda con lujos y detalles el calvario que vivió en las cárceles de Nicaragua, pero sobre todo lo que pasó el 9 de febrero cuando el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo liberó a 222 presos y presas políticas que mantenía encarceladas y los desterró sin retorno alguno a Estados Unidos. Aunque nunca sintió miedo, lloró incansablemente cuando se dio cuenta que iba a abordar un avión que la alejaría de su tierra, su familia y de la vida que había construido en Nicaragua.

“Nosotros no sabíamos dónde íbamos, solo firmábamos porque no nos permitían leer. Me dice Evelyn Pinto ‘Esperanza vamos trasladadas para Cuba o Venezuela’ a esa hora nos quedamos viendo entre las presas que estábamos en La Esperanza y nos pusimos a rezar con lágrimas en los ojos por la incertidumbre de no saber a dónde íbamos. Nosotras fuimos las últimas en bajar, empezamos a bajar de una en una, en eso cuando Julia (Hernández) llegó a las gradas se puso de rodillas, se puso a llorar y decir que no se quería ir de Nicaragua, ni alejar de su familia, como todas. Corrimos a abrazarla, nos consolamos entre nosotras y al ver nuestra desesperación funcionarios del Departamento de Estado se nos acercan y nos dicen que nos tranquilizáramos que íbamos para Washington, pero medio nos tranquilizamos, porque es cierto que estoy libre, pero la mitad de mi vida está en Nicaragua, es algo que no supero”, expresó María Esperanza a República 18 con su voz entrecortada.

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María Esperanza cumplirá en agosto próximo 55 años de edad, este será el primer cumpleaños en libertad tras los tres años y dos semanas que estuvo encarcelada primero en las celdas de la Dirección de Auxilio Judicial (DAJ) mejor conocido como el nuevo Chipote y después en las celdas de la cárcel de Mujeres “La Esperanza”.

Esta mujer llama a los nicaragüenses a que no sean indiferentes ante la situación de los presos políticos, a demandar la libertad de monseñor Rolando Álvarez y también llamó a la unidad de todos los opositores. “La mitad de mi vida, de mi corazón la tengo en mi país, con mi gente”, afirmó.

Anhela la reunificación familiar y encontrar un trabajo

Originaria de Matagalpa, María Esperanza Sánchez fue la presa política que más tiempo estuvo privada de libertad. Fue encarcelada arbitrariamente el 26 de enero de 2020. Es contadora pública de profesión, y es madre soltera de tres hijos. La mayor tiene 38 años y unos mellizos de 27 años. Además es abuela de una niña de 6 años, a sus hijas y nieta con las que no se ha logrado reencontrar.

El único acercamiento con sus hijas fue una llamada telefónica que hizo al día siguiente que llegó a Washington. “En la mañana que me levanté me di cuenta de que habíamos sido despojados de la nacionalidad y desterrados, me impactó mucho porque sabía que no podía regresar a Nicaragua. Hasta ese día no había podido comunicarme con mi familia que estaba desesperada, entonces baje al lobby del hotel y pedí prestado un celular para llamar a mis hijas, que estaban con la zozobra de que yo no hubiera aceptado salir, ellos estaban desesperados. Fue muy emotivo comunicarme con mis hijos, familiares, vecinos”, sostiene.

María Esperanza aún en libertad en Estados Unidos batalla contra los días que siente que se le vuelven grises.

“Aquí en Estados Unidos estoy recibiendo el acompañamiento de la suegra de mi hija, a nosotros nos dijeron que nos iban a ayudar para la reunificación familiar pero hasta el momento no nos han ayudado en nada, yo pedí a mi hija, a mi nieta, a mi yerno, pero fue la suegra de mi hija la que buscó un patrocinador, pasaron tres meses para que le aprobaran el parole y después a los dos días le dan el permiso de salida a mi hija pero a mi yerno y nieta no, entonces no entiendo cuál es la prioridad que nos están dando a los 222. Lo que estoy viviendo es difícil cuando fueron a tramitar los pasaportes, mi nieta de seis años estaba bajo investigación y le dilataron el pasaporte”, denunció.

El 10 de marzo, las excarceladas políticas recibieron el premio “Defensoras de la Justicia”. De izquierda a derecha, Samantha Jirón y en el centro, María Esperanza Sánchez. Cortesía

Actualmente no ha podido reunirse con su familia en EE.UU. a pesar de que se ha esforzado. “Le dan el pasaporte a la niña, y el parole a mi hija, pero no sale el permiso de entrada a EE.UU. a mi yerno. Mi otra hija, igual pasó estuvo dos horas encerrada en una oficina porque supuestamente está en investigación, y no entiendo porque la que anduvo en la lucha cívica soy yo, no ellas. Esto es un día a día, la represión contra nuestras familias es fuerte. Es una situación de zozobra yo todos los días quisiera estar bien emocionalmente pero no puedo”, compartió.

María Esperanza ya tiene el permiso de trabajo y número social y ha iniciado a buscar trabajo sin embargo, dice que “es muy difícil, porque me piden que tenga vehículo, pero sigo en la lucha de buscar trabajo para poder sobrevivir, de limpieza, de lo que salga”. Añade que desde que estuvo en el hotel en Washington no ha recibido asistencia médica, ella padece de presión alta y asma.

Su detención y encarcelamiento

María Esperanza viene de una familia de luchas cívicas. Desde joven tenía claro lo que significaba una dictadura, pues su padre fue encarcelado dos veces, una por la Guardia Somocista y después por los sandinistas en los años 80, lo que definió a la autoconvocada a ser parte de la rebelión cívica de abril de 2018.

Fue detenida arbitrariamente el 26 de enero de 2020, en ese año se convirtió en la única mujer presa política que mantenía el régimen. El 6 de julio de ese año fue sentenciada a 10 años de prisión y una multa de 31 mil córdobas por el delito de tráfico de estupefacientes, en represalia por su participación en las manifestaciones antigubernamentales de abril de 2018.

El único delito que cometió para el régimen, afirma María Esperanza es haber alzado su voz y demandar el respeto a los derechos humanos. No callar ante las injusticias que se estaban cometiendo en contra de los jóvenes y miles de nicaragüenses. Lo hacía desde cualquier trinchera, marcha, plantones o del espacio que encontraba para manifestarse cívica y pacíficamente, haciendo el uso de su derecho.

María Esperanza Sánchez, una matagalpina que alzó su voz en contra de las injusticias.

“Los muchachos (hijos) me decían la vamos a sacar al exilio, y yo les decía que no, que mi lucha permanecía en Nicaragua. Salí de mi casa y estuve viviendo en casa de seguridad, ni siquiera mi familia sabía dónde, llegaron motorizados y patrullas de la Policía, me enchacharon, me doblaron los brazos y me tiraron en la tina de una patrulla, eran como las 6:00 p.m. Los policías catearon la casa, para sacar mis cosas, me tiraron a la tina llena de basura, boca abajo, con las manos hacia atrás y las botas de los policías encima”, rememoró.

Desde la detención sufrió violencia física y estando en la cárcel, denuncia, fue víctima de torturas físicas y psicológicas.

“Me llevaron al Chipote donde empezaron con los interrogatorios, después me metieron a una celda completamente oscura que tenía que tocar la pared para poder llegar al baño, fui torturada física y psicológicamente, fui desnudada, me hicieron abrir mis piernas cuando yo no aguantaba más, los oficiales me golpeaban y me decían asesina. Estuve en un cuarto encerrado con aire acondicionado al máximo durante dos horas y desnuda”, denunció María Esperanza.

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Los interrogatorios que vivió eran dirigidos a conocer quién la financiaba y porque salía a las marchas. “Me amenazaban de que si no cooperaba me iban a llevar a mi hijo o hermano, me dijeron que si hablaba me iban a sacar, y sino iba a pasar 15 años, yo les decía que la oposición iba a ganar las elecciones y me iban a sacar, los oficiales se burlaban. Me acusaban de unos explosivos en Matagalpa”, recordó. Los días y las noches eran iguales.

En la cárcel La Esperanza, donde fue trasladada después de la última audiencia donde la acusaron de traficar drogas, la metieron a la celda donde habían reas comunes que la amenazaban de muerte y le hacían que sus días fueran los peores.