Mientras decenas de migrantes mueren fuera de su país, Murillo se burla: andan errantes
Una vez más, Murillo utilizó un tono agresivo y burlón, asegurando que los críticos del régimen sandinista “jamás volverán” a Nicaragua y los responsabilizó de la “sangre santa” derramada por su supuesta ambición y odio.

Rosario Murillo emplea sus intervenciones diarias para atacar y tratar de desacreditar a los críticos y disidentes.
“Y ahí andan errantes, errantes por el mundo, porque eso es lo que merecen“, declaró este martes la vocera gubernamental de Nicaragua, Rosario Murillo, refiriéndose al exilio de los nicaragüenses que se oponen al régimen de Nicaragua.
A lo largo de los siete años de crisis de derechos humanos en Nicaragua, decenas de ciudadanos críticos y disidentes han sido expulsados, se les ha prohibido regresar al país o se han visto obligados a exiliarse por razones de seguridad o supervivencia económica.
Murillo agregó,”no tienen patria, no tienen carácter, no tienen cariño, no conocen el amor“, continuando con una serie de ataques hacia sus detractores desde la semana pasada. También afirmó: “Esa gente que atacó a nuestra Nicaragua consagrada, como engendros de William Walker, jamás volverá al país”.
Reiteró que el régimen no permitirá que regrese el odio, declarando que “quienes practicaron el odio contra nuestra patria y contra el pueblo nicaragüense jamás podrán regresar”. Insistió: “No pasarán, no vendrán, no pudieron, no podrán“.
Además, culpó a los opositores de la “sangre santa” derramada por el odio, la ambición, el egoísmo, el terrorismo y la mentalidad de esclavos que, según ella, poseen.
Se ha logrado resignificar el territorio
Sobre las declaraciones de Murillo, la socióloga Claudia Vargas, consideró que las personas desterradas y exiliadas han logrado resignificar el territorio. Asegura que a pesar de la difícil situación, los exiliados han demostrado una gran capacidad para organizarse, estructurarse y mantenerse firmes.
Agregó que “han logrado crear redes de apoyo y lo más importante, seguir resistiendo”. Vargas destacó que los discursos de odio no han logrado estigmatizarlos ni inmovilizarlos y que Murillo continúa repitiendo esos mensajes porque sabe que no ha logrado afectarles.
Apuntó que este tipo de discursos son dirigidos a su base fanatizada y al consumo interno, en un intento por silenciar la realidad del exilio, ya que las noticias sobre la organización y lucha de los nicaragüenses en el exterior no suelen llegar al país.
Así mismo, Vargas consideró que el discurso de odio de Murillo es “desafortunado” y busca criminalizar a los críticos del régimen.
Comparando a los exiliados con el “judío errante”, Murillo intenta negarles la nacionalidad, presentándolos como personas sin patria ni territorio y culpándolos por su postura crítica.
Esta analogía, según Vargas, tiene un impacto emocional muy fuerte, pues al quitarles la nacionalidad, el gobierno busca generar miedo y vulnerabilidad, haciendo que los exiliados se sientan inseguros e inmovilizados.
Para Vargas, el objetivo de este discurso es precisamente evitar que los exiliados actúen, manteniéndolos en una constante sensación de inseguridad.
No pudieron ni podrán, insiste Murillo
En sus declaraciones Murillo también señaló que continurá “restregando” a sus opositores y críticos que “aquí no se vende ni se rinde nadie, que no pudieron ni podrán jamás con la valentía, con el heroísmo, con la historia, con la memoria, con la gloria de este pueblo nuestro que somos todos”.
Finalmente, afirmó: “No somos traidores, los que ya no están en Nicaragua, gracias a Dios, son los indignos, los cobardes, los traidores, los esclavos de los imperialistas, y como decíamos: no son nicaragüenses, gracias a Dios”.
Días antes, Murillo había anunciado “intensas celebraciones” para abril, en el marco del séptimo aniversario de las protestas antigubernamentales de 2018, que fueron violentamente reprimidas.
En abril de 2018, miles de nicaragüenses salieron a las calles para protestar contra reformas polémicas a la seguridad social, que luego derivaron en demandas de renuncia a Daniel Ortega, quien ha estado en el poder desde 2007.
Críticos han señalado que los discursos de odio también son una estrategia gubernamental que busca deslegitimar a la oposición, generar división social y justificar la represión contra aquellos que cuestionan el régimen. Y que contribuye a consolidar el poder del régimen y a silenciar las voces disidentes mediante el miedo, la estigmatización y la exclusión.