Las tumultuosas relaciones del sandinismo con el Papado
Con el Papa Francisco enfermo desde hace más de dos semanas y susurros de un “ambiente preconciliar” en El Vaticano, cabe analizar su labor para con Nicaragua y la histórica saña que el sandinismo ha exhibido contra la cabeza de la Iglesia católica.

Desde el ascenso del Frente Sandinista al centro del escenario de la política nicaragüense en 1979, su relación con la Iglesia católica ha sido marcada por conflictos entre sus tendencias izquierdistas y la jerarquía eclesiástica. Esta hostilidad se ha manifestado en el antagonismo por la figura del Papa.
El Sumo Pontífice de la Iglesia católica arribó a Nicaragua el 4 de marzo de 1983, en plena revolución sandinista. En el aeropuerto de Managua amonestó a Ernesto Cardenal, sacerdote revolucionario entonces fungiendo como ministro de cultura de la dictadura sandinista, a quien el papa había ordenado apartarse del gobierno.
Juan Pablo II mantuvo durante su papado una postura anticomunista que chocaba con los ideales del Estado revolucionario surgido en Nicaragua tras el golpe de Estado de 1979. Por ello, el directorado de comandantes sandinistas lo percibió como un enemigo.
En la que fuera Plaza 19 de Julio de Managua, las turbas de simpatizantes sandinistas ocuparon la primera fila. Monseñor Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa, entonces preparándose para el sacerdocio, estuvo ahí.
“Nosotros empezamos ya a escuchar gritos, consignas de aquel entonces y eso nos hace detenernos. Eran las turbas, pero ellos no nos dijeron que eran los sandinistas; pero definitivamente eran ellos”, dijo Álvarez para el documental Juan Pablo II en Nicaragua.
Cuando el Papa exigió respeto, las turbas respondieron con más barullo y escándalo. “Queremos la paz”, “No pasarán”, fueron algunas de sus consignas que, en medio de la eucaristía, buscaban irrespetar al pontífice. “La primera que quiere la paz es la Iglesia“, les respondió, molesto, Juan Pablo II.
El Papa Juan Pablo II reprende al sacerdote y colaborador de la primera dictadura sandinista, Ernesto Cardenal, durante su visita de 1983. Foto: Brettman Archive
Volvieron
A pesar de las constantes promesas de que un segundo gobierno sandinista no traería, como señalaron sus detractores, los abusos y la violencia de la primera dictadura, tras la amañada victoria de Daniel Ortega en las elecciones de 2006, el Frente Sandinista se embarcó en un proyecto de centralización del poder en la figura del caudillo y de su esposa, Rosario Murillo.
Si bien la Iglesia católica, a través del cardenal y arzobispo Miguel Obando y Bravo, respaldó el ascenso del sandinismo, cuando las tensiones fueron insostenibles y la población se alzó en contra del sandinismo en 2018, la Iglesia católica se posicionó enérgicamente a favor de las víctimas de la represión que Ortega y Murillo desataron.
Los actos de violencia contra la Iglesia incluyeron ataques directos a templos; el arresto y exilio de decenas de sacerdotes, incluyendo a obispos como Rolando Álvarez e Isidoro Mora; la limitación y prohibición de actividades y tradiciones religiosas; entre otros actos de represión que buscan desarticular a la Iglesia en el país.
Esto llevó al Papa Francisco, sumo pontífice desde 2013, a denunciar la dictadura de Ortega. “No me queda otra que pensar en un desequilibrio de la persona que dirige Nicaragua. Ahí tenemos un obispo preso, un hombre muy serio, muy capaz. Quiso dar su testimonio y no aceptó el exilio”, dijo el jerarca católico en una entrevista con Infobae en 2023.
“Es una cosa que está fuera de lo que estamos viviendo, es como si fuera traer la dictadura comunista de 1917 o la hitleriana del 35, traer aquí las mismas… Son un tipo de dictaduras groseras. O, para usar una distinción linda de Argentina, guarangas. Guarangas”, añadió.
“La dictadura perfecta”
En respuesta, el sandinismo declaró al pontífice “nazi, dictatorial, antidemocrático, racista, antipopular e hipócrita“, le insultó con motes, “Pancho Luficer”, “Paco Pistolas”, en palabras del agitador sandinista William Grigsby; señaló a El Vaticano de ser “una cueva de abusadores de niños que ya comenzaron”, en palabras del diputado sandinista Moisés Absalón Pastora.
Nicaragua ya había roto relaciones de facto con El Vaticano desde la expulsión del nuncio Estanislao Sommertag en marzo de 2022. Tras aquella entrevista condenatoria de Francisco, las rompió de jure. El régimen sandinista ya había atacado al Papa Francisco antes, cuando Ortega habló de “la mafia de El Vaticano” y declaró al papado “la dictadura, la tiranía perfecta“.
El Papa volvió a referirse a Nicaragua abriendo enero de 2024. Expresando “profunda preocupación”, Francisco llamó primero a la oración por el país centroamericano. Mucho más tardes, después de todo un año de persecución religiosa, a principios de diciembre inició una serie de declaraciones con su Carta el pueblo de Dios que peregrina en Nicaragua.
Monseñor Jorge Solórzano, obispo de Granada, junto al Papa Francisco en 2014. Foto: Diócesis de Granada
Días después llamó al “diálogo por la paz” el 8 de diciembre y, abriendo 2025, declaró que en el país “no hay verdadera paz si no viene garantizada también la libertad religiosa, que implica el respeto a la conciencia de los individuos y a la posibilidad de manifestar públicamente la propia fe y pertenencia a una comunidad“.
Esa fue su última declaración sobre Nicaragua antes de caer enfermo y ser hospitalizado el 14 de febrero. Diagnosticado con neumonía, en El Vaticano se habla de “un ambiente pre-cónclave“, anticipándose al deceso del Papa de 88 años.
Pero Carlos Jiménez, sacerdote costarricense, cree que los católicos “en estos momentos no debemos llenarnos de angustia o zozobra“.
Un Papa para la periferia
“Es una realidad humana. Vamos pasando, la Iglesia va haciendo su recorrido en la historia y ha habido esta sucesión de papas como la ha habido de obispos y del pueblo de Dios, que va caminando hacia el encuentro definitivo con el Señor”, agregó el religioso.
Reflexionando sobre el ministerio de Francisco a la cabeza de la Iglesia, Jiménez explicó que “el Papa, cuando escogió el nombre de Francisco, quería asumir también el estilo y la espiritualidad de San Francisco de Asís, el santo más parecido a Jesús, se dice, en la historia de la Iglesia”.
El Papa Francisco celebra la Santa Misa en la Jornada Mundial de la Juventud en la Basílica de San Pedro en el Vaticano, el 24 de noviembre de 2024. Foto: Fabio Frustaci, EFE
“El Papa ha venido a abogar por las periferias existenciales, por aquellos que quizás no valen tanto para el mundo por su situación socioeconómica, por su marginalidad. El Papa ha ido a dar aliento, a poner la atención a los que para el mundo no valen”, continuó.
Su postura sobre Nicaragua vendría a formar parte del legado de Francisco, ofreciendo consuelo a los católicos que viven bajo regímenes “totalitaristas” y a los que sufren desastres naturales y otras tragedias. Sea quien fuera el sucesor del Papa, la situación en Nicaragua demandará de su persona tanto o más que demandó de Francisco Papa.