Mayela Campos: La emergencia humanitaria que enfrentamos no puede esperar más

Mayela Campos es una activista nicaragüense que se encuentra en Guatemala, en un limbo migratorio, enfrentando graves dificultades sin respuestas claras para su futuro. Hace un urgente llamado a la comunidad internacional para recibir apoyo ante la crisis humanitaria que enfrenta junto a otros compatriotas.

  • 8:23 am
  • Ene 27, 2025

Mayela Campos asegura que uno de sus sueños es continuar formándose y recostruyéndose emocionalmente.

Cortesía
República 18

Mayela Campos, es una nicaragüense de 30 años que actualmente se encuentra en Guatemala en espera de reubicación a un tercer país, luego de que el régimen de Daniel Ortega la desterrara  y Estados Unidos le negara el reasentamiento.

Aunque asegura que la situación que enfrenta junto a una treintena de nicaragüenses es difícil pero confía en que podrá resolverse pronto, especialmente porque hay niños y niñas en situación de vulnerabilidad

Campos cuenta a República 18 que  desde muy joven, se involucró en los movimientos estudiantiles y sociales de Nicaragua.

La joven recuerda que cursaba el cuarto año de la carrera de Ingeniería Industrial en la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) cuando, en abril de 2018, el régimen de Nicaragua impulsó una reforma al Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS), lo que provocó una serie de protestas en todo el país.

En ese contexto, un grupo de estudiantes de la UNI, entre los que me encontraba, “decidimos apoyar las demandas de los ancianos afectados por esta reforma. De esta forma, nos sumamos a las protestas que rápidamente se convirtieron en un rechazo masivo a las políticas del régimen de Ortega”, refiere. 

Agrega que el 18 de abril de 2018, ella junto a varios de sus compañeros se vieron obligados a refugiarnos en la universidad, ante la brutal represión que ya se había desatado en las calles. 

“Sin embargo, la UNI también fue atacada por grupos paramilitares y fuerzas policiales, lo que nos obligó a organizarnos de forma clandestina. Durante ese periodo, estuvimos un par de días en la catedral de Managua ya que las calles estaban tomadas por la policía y los disparos a personas que se manifestaban eran constantes. Ahí, mientras tratábamos de sobrevivir, nos enfrentábamos a la realidad de que no podíamos regresar a nuestras casas debido a la violencia que vivíamos en el país”, lamenta. 

La joven señala que su activismo continuó a lo largo de los años y a pesar del exilio que le tocó vivir por algunos meses, regresó al país en 2020 para retomar sus estudios en la universidad, aunque siempre bajo un perfil bajo.“Ya que las amenazas contra nosotros, los estudiantes activos en las protestas, seguían presentes”, expone. 

La protesta que le costó cárcel y destierro

Campos expone que en 2023, comenzó a denunciar públicamente los abusos del régimen, lo que incluyó el cierre ilegal de la Universidad Centroamericana (UCA) y como forma de protesta quemó la bandera del partido sandinista, una acción que fue tomada como un acto de “traición” por parte del régimen y que le costó cárcel.

“Fui detenida el 21 de agosto de 2023 de manera ilegal y arbitraria. Me acusaron de conspiración, propagación de noticias falsas, tráfico de estupefacientes y otras acusaciones que eran completamente falsas. Mi detención fue un acto de represión para silenciar mi voz y la de quienes luchan por la libertad en Nicaragua”, apunta con seguridad. 

Campos cuenta que  durante 13 meses de prisión, vivió en condiciones inhumanas

“La comunicación con mi familia era limitada, y las visitas que solo se permitían una vez al mes se convirtieron en un momento de desesperación, ya que muchas veces no me dejaban ver a mis seres queridos, y si lo hacía era por poco tiempo. Además, las condiciones dentro de la prisión eran deplorables: la falta de atención médica, el aislamiento extremo y las amenazas constantes generaban una atmósfera de terror”, recuerda. 

La incertidumbre del destierro

Apunta que el 2024 marcó un giro en su vida cuando junto con otras personas personas presas políticas fue desterrada del país. Nos sacaron de nuestras celdas, nos llevaron a un avión y posteriormente a Guatemala. Durante este proceso, el miedo y la incertidumbre se apoderaron de mí.

“Nos dijeron que si no aceptamos salir de Nicaragua seríamos devueltas a prisión y aunque no sabíamos bien lo que estaba sucediendo, nos dijeron que no podríamos regresar a nuestro país”, recuerda.

Fueron horas de angustia, esperando lo peor, pero finalmente nos subieron a un avión rumbo a Guatemala, donde aún enfrentamos la incertidumbre de no saber qué pasará con nuestras vidas, refiere. 

En Guatemala, nos encontramos en un limbo migratorio, sin respuestas claras sobre nuestro futuro, menciona con tristeza. Se nos han abierto algunas puertas, pero el proceso para obtener asilo en un tercer país sigue siendo incierto. 

“Las organizaciones internacionales como ACNUR han estado en silencio y aunque algunos países han mostrado apoyo, las puertas para ir a reasentarnos se han cerrado. En este momento muchos de nosotros, incluidos niños que están con sus familias, estamos sin salida. La situación económica es grave, y la desesperación crece a medida que pasan las semanas”, expone con preocupación. 

Campos,  llamó a las autoridades internacionales, a las organizaciones humanitarias y a los gobiernos de países a que no los olviden. 

Estamos en una situación crítica, en la que nuestras vidas y las de nuestras familias están en juego. Pedimos respuestas claras y soluciones concretas”, destacó. 

Insistió que los niños y niñas que se encuentran en el país no están recibiendo educación, y muchas familias están luchando para sobrevivir. 

“Necesitamos un refugio seguro donde podamos reconstruir nuestras vidas, donde podamos continuar con nuestros estudios y contribuir a la sociedad”, enfatizó.

Además hizo un llamado urgente a la comunidad internacional para que se brinde la atención adecuada a esta compleja situación, la emergencia humanitaria que enfrentamos en este momento no puede esperar más”, finalizó.