Gabriela Morales; resiliencia y lucha por los derechos humanos en Nicaragua y desde el destierro
La excarcelada política es parte del grupo de 135 personas nicaragüenses desterradas a Guatemala en septiembre del 2024. Permaneció prisionera política poco más de un año. Ahora enfrenta un limbo migratorio ante la denegación de reasentamiento en Estados Unidos. Llama a organizaciones nacionales e internacionales a que les apoyen a superar la situación humanitaria que enfrentan.

Gabriela Morales, tiene 27 años y se muestra muy segura y confiada frente a las adversidades.
La excarcelada política Gabriela Morales, es una de las 40 personas a las que les ha sido negada la oportunidad de reasentarse en Estados Unidos, asegura que si bien aceptaría que ese país no la reciba por razones logísticas o cualquier otra, no está de acuerdo a que los argumentos sean los delitos por los que la acusó injustamente el régimen de Nicaragua.
Antes de la entrevista advierte que se encuentra muy preocupada, sin embargo en todo momento habla en tono sereno y pausado.
Morales comparte que desde abril de 2018 se sumó a la lucha cívica, empezando con la entrega de suministros en la extinta Universidad Politécnica de Nicaragua (UPOLI). Agrega que posteriormente se unió a los estudiantes que decidieron tomar las instalaciones de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN), en busca de presionar al gobierno de Nicaragua para que dejara el poder.
“No solo queríamos hacer presión sobre el gobierno, sino también eliminar a la Unión Nacional de Estudiantes de Nicaragua (UNEN), que tenía un control absoluto y no se podía tomar ninguna decisión sin su aprobación”, cuenta Morales, señala que pasó desde el 7 de mayo hasta el 14 de julio de 2018 atrincherada dentro de la UNAN Managua.
“Estuve encargada de logística y fui sobreviviente del ataque a la Iglesia Divina Misericordia. En ese momento, la emoción y la adrenalina nos cegaban; estábamos tan eufóricos que no éramos conscientes del peligro ya que enfrentamos armas de alto calibre prácticamente solo con nuestro cuerpo”.
Morales señala que en ese ataque fue muy impactante la pérdida de 2 compañeros, Gerald Vázquez y Francisco Flores.
“La muerte de Francisco fue especialmente dolorosa, ya que murió solo. Después de esto nuestra vida cambió, nos llevaron a la Catedral de Managua, donde tuvimos un recibimiento emotivo por parte de la población pero en nuestro corazón había mucho dolor por las pérdidas”, comparte.
Según Morales, posteriormente su vida se volvió incierta. “No nos sentíamos seguros en nuestros hogares por lo que tuvimos que estar en casas de amigos o en casas de seguridad. En mi caso, siempre estuve con familiares o amistades, pero eventualmente regresé a mi casa”.
Los juicios fueron un “circo” y las condiciones en prisión muy difíciles
Morales comparte que fue expulsada de la UNAN, donde estudiaba 4to año de Trabajo Social y la inseguridad del país la obligó a pasar un año y tres meses en el exilio, en Costa Rica . “La separación de mi patria era un dolor muy grande”, confía. Agrega que para terminar su carrera recurrió a la ahora confiscada Universidad Católica Juan Pablo II, pues no podía acceder a las universidades públicas del país por su postura crítica al régimen de Nicaragua.
Señala que a lo largo de los años ha seguido manifestándose y como última acción de rebeldía participó en la quema de una bandera rojinegra, símbolo del gobierno sandinista, en la rotonda Centroamérica de Managua.
“El video se hizo viral y fue uno de los motivos por los cuales fui encarcelada junto a otras chicas. Fui detenida el 18 de agosto de 2023 y pasé cuatro días en la estación III, donde sufrí torturas psicológicas e interrogatorios intensos de hasta 10 horas, sin comer. No hubo golpes físicos, pero el daño psicológico fue grande y permanece. Posteriormente, me trasladaron al Sistema Penitenciario, donde compartí celda con otras mujeres detenidas por la misma razón”, señala.
Para Morales, los juicios que les realizaron fueron un “verdadero circo”, nos acusaron de terrorismo, desacato a la autoridad y otros cargos absurdos como portar drogas. Nos declararon culpables y nos dieron una sentencia de ocho años.
“En cada uno de los juicios nosotras decíamos que éramos personas inocentes que estábamos secuestradas y también exigíamos la libertad de todas y todos los presos políticos. No aceptamos ninguno de los cargos que se nos imputó, ninguno de ellos, porque no los cometimos y pese a que eramos inocentes nos declararon ocho años”, expresa Morales.
Añade que dentro del Sistema Penitenciario, ella y las demás personas presas políticas sufrieron humillaciones, enfermedades y una alimentación insuficiente y de la peor calidad. Asegura que en medio de todo la comida que recibían era mejor que la de los hombres.
“La comida era muy mala, habían cucarachas, uñas y pelos…” cuenta Morales.
A pesar de las dificultades, nos uníamos en oración y apoyo mutuo. Estuvimos un año y 15 días detenidas, algunas hasta 17 meses, siempre con la esperanza de un indulto.
La salida a Guatemala y la incertidumbre al no ser aceptada en Estados Unidos
Morales cuenta que finalmente, en septiembre, llegó la libertad. El 5 de septiembre nos trasladaron a Guatemala, fue un proceso complicado y aunque la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) nos recibió, no sabíamos bien qué nos esperaba.
Muchos de nosotros hemos solicitado asilo político en Estados Unidos, pero 40 ya hemos sido rechazados por motivos ilógicos como las acusaciones de terrorismo y tráfico de drogas que nos impusieron en Nicaragua. Nos sentimos obligados a limpiar nuestro nombre y estamos trabajando en ello con la ayuda de abogados, comparte.
Con la voz entrecortada, Morales señala que están pasando por una situación muy difícil.
“La ayuda económica que recibimos ha disminuido drásticamente y la que nos otorgaron en enero es la última. Por ejemplo, una familia de cuatro personas antes recibía 4,600 quetzales al mes (un poco más de 500 dólares), pero ahora solo reciben 2,000 quetzales (alrededor de 250 dólares) lo mismo que una persona sola”, indica.
Morales insiste que les es imposible, alimentarse de forma adecuada por los pocos recursos y porque en los alojamientos dispuestos por las organizaciones no se les permite cocinar. “Recientemente se nos dijo que podíamos trabajar pero las oportunidades son limitadas y muchos de nosotros estamos luchando por sobrevivir”, señala.
La joven señala que en algunos casos las familias desde Nicaragua hacen un esfuerzo extra por apoyarles económicamente. “No es mucho lo que nuestra familia puede apoyar porque la mayoría no no tiene posibilidades porque de hecho ya tienen carencia en los hogares ahí en Nicaragua y ahora hacen esfuerzo por nosotros. Algunas personas han hecho préstamos para poder sobrevivir aquí”, confía.
Organizaciones nacionales e internacionales serían de gran apoyo
Morales señala que Guatemala, su gente y autoridades han sido muy amables pero advierte que ellos no eligieron este país como destino final. Destaca que han hecho gestiones para considerar el reasentamiento en España, están a la espera de una respuesta positiva y ojalá que sea en un proceso más corto y empático, señaló.
“La situación es difícil y estamos buscando una solución, estamos muy afectados, estresados y preocupados”, enfatizó.
La joven activista pidió a los nicaragüenses que no pierdan la esperanza y aunque la lucha sea difícil y el camino esté lleno de obstáculos, siempre hay que seguir adelante. No debemos permitir que nos arrebaten nuestra dignidad y nuestros derechos humanos, resaltó.
A su vez llamó a organizaciones defensoras de derechos humanos, tanto nacionales como internacionales que les apoyen a superar esta situación humanitaria que enfrentan. Insistió que todo tipo de ayuda es bien recibida en este momento tan difícil e incierto.
“Estamos buscando un futuro donde podamos vivir en paz y dignidad, esperamos que se nos brinden las herramientas necesarias para seguir adelante”, finalizó.