Régimen denuncia ante la ONU los abusos en Medio Oriente, pero omiten crisis en Nicaragua
En la intervención ante la ONU, el régimen aseguró la solidaridad con el Pueblo Palestino y exigió el respeto inmediato de un cese al fuego, así como la protección a la población en Palestina, “sin dobles raseros y en iguales condiciones”.

Eleane Pichardo Urbina durante su participación en la ONU.
Como ya es costumbre, el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo a nivel internacional condena todas las formas de violencia a pesar de ser similares o mayores a las que comete en contra de los ciudadanos de Nicaragua.
Este 3 de diciembre, el régimen envió a Eleane Pichardo Urbina, Embajadora y Representante Permanente Alterna ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a mostrar preocupación por la situación en el Oriente Medio, destacando una vez más la ocupación israelí de los Altos del Golán sirio, un territorio árabe ocupado desde 1967.
Pichardo dijo que “la situación en Palestina es el centro del conflicto en dicha región”, destacando la importancia de encontrar una solución integral a los problemas que afectan a los pueblos árabes y a la estabilidad de la zona.
A su vez, hizo un llamado a la solidaridad con los pueblos y gobiernos de la región que enfrentan “nuevas oleadas de matanza e imperdonable intento de exterminio”.
Asegurando que la paz duradera en Oriente Medio solo será posible si se abordan adecuadamente los temas fundamentales, como la “solución de la Cuestión de Palestina, la retirada de Israel del Líbano, de los Altos del Golán sirio y de todos los territorios árabes ocupados”.
El extenso discurso de Pichardo es una muestra de apoyo a las resoluciones internacionales que exigen el respeto al derecho internacional pero únicamente en este caso, porque cuando se trata de Nicaragua no toman en cuenta ninguna de las peticiones.
En la intervención ante la ONU, el régimen aseguró la solidaridad con el Pueblo Palestino y exigió el respeto inmediato de un cese al fuego, así como la protección a la población en Palestina, “sin dobles raseros y en iguales condiciones”.
Pese a las posturas a nivel diplomático, el régimen de Daniel Ortega sostiene incesantes agresiones en contra de contra de opositores y disidentes que parece no tener fin.
Postura doble moral
Para Enrique Martínez, vocero de la Plataforma de Unidad por la Democracia (PUDE), la posición del régimen sandinista de condenar la violencia en Oriente Medio desde una perspectiva ideológica resulta profundamente incoherente y de doble moral si se examinan sus propias acciones en Nicaragua.
“Aunque el régimen de Daniel Ortega se presenta como un defensor de la paz y la autodeterminación de los pueblos en foros internacionales como Naciones Unidas, su historial interno demuestra una flagrante contradicción con los principios que proclama“, señaló Martínez.
Apuntó que en el país, el régimen Ortega-Murillo ha sido señalado repetidamente por organismos internacionales por cometer graves violaciones a los derechos humanos. Estas incluyen la represión violenta de manifestaciones pacíficas, el asesinato de opositores políticos, el encarcelamiento de líderes de la sociedad civil y el exilio forzado de miles de ciudadanos. Estas prácticas, que constituyen crímenes de lesa humanidad, muestran una política sistemática de represión dirigida a silenciar cualquier forma de disidencia.
“La contradicción se profundiza al considerar las alianzas del régimen sandinista con grupos en Oriente Medio, como Hamas y Hezbollah, conocidos por ser organizaciones terroristas que operan con objetivos desestabilizadores hacia Occidente desde sus pilares de paz, institucionalidad y democracia”, apuntó.
Consideró además que estas relaciones evidencian un patrón donde el sandinismo no solo busca aliarse con regímenes y actores que comparten sus agendas autoritarias, sino también reforzar su estrategia internacional a través de vínculos que facilitan su permanencia en el poder a costa de los derechos fundamentales.
Señaló también que mientras el régimen utiliza una retórica de apoyo a la paz y la justicia en conflictos internacionales, dentro de su propio territorio ejerce un control autoritario que violenta estos mismos valores.
“Esto revela que su postura en foros internacionales no es un compromiso genuino con los derechos humanos, sino una herramienta política para fortalecer alianzas ideológicas y desviar la atención de su crisis interna”, lamentó Martínez.
Finalizó diciendo que en ese contexto, el discurso de condena a la violencia en Oriente Medio pierde credibilidad, ya que proviene de una dictadura que perpetra sistemáticamente las mismas prácticas que critica.