Entre el silencio y el miedo a la cárcel, así viven en Nicaragua periodistas y defensores
Organismos de derechos humanos han instado al gobierno nicaragüense a cesar la persecución política y a restablecer las libertades fundamentales, a la vez que han brindado apoyo a quienes se ven obligados a huir del país por temor a represalias.
Estar en Nicaragua y ser activista, defensor de los derechos humanos o periodista es un desafío constante. Para mantenerse a salvo, quienes se dedican a estas labores tienen pocas opciones entre ellas: el silencio absoluto, trabajar de forma anónima, cambiar de oficio o prepararse para enfrentar los escenarios más adversos.
Una periodista que aún permanece en Nicaragua expresó su tristeza por no poder ejercer su profesión debido a la represión impuesta por el régimen de Daniel Ortega.
“Lo que estamos viviendo es una realidad difícil. A pesar de que la profesión sigue existiendo y muchos de nosotros con años de experiencia, quisiéramos ejercerla no podemos hacerlo, sobre todo al observar el panorama en Nicaragua, donde la libertad de expresión y de prensa prácticamente ha desaparecido. Ya no tenemos democracia en el país”, comentó.
Así mismo, lamentó que en muchas universidades ya no se ofrece la carrera de periodismo o que la demanda por esta se ha reducido considerablemente. “Para mí, tristemente, esta carrera representa una opción poco alentadora para los futuros estudiantes, porque ¿dónde van a poder ejercer su profesión? ¿dónde van a trabajar?”, se cuestionó.
Insistió que con las medidas represivas a los profesionales del periodismo les “queda poco margen, prácticamente desaparecer como periodistas porque no tenemos opciones. El periodismo en Nicaragua ha muerto, lo queramos o no. Nosotros como periodistas debemos aterrizar, poner los pies sobre la tierra y aceptar que el periodismo en Nicaraua fue asesinado, fusilado”, lamentó.
La periodista destacó que sus pocos colegas que han quedado en el país no tienen mayor alternativa que emprender o buscar otro trabajo.
“Pero el periodismo en Nicaragua ya no se puede ejercer porque lo que nos espera es tristemente la cárcel, el destierro y nuestras familias abandonadas”, refirió.
Aceptar la realidad es un reto
Contó que aceptar esa realidad le ha costado mucho “me costó llegar a este punto, a este nivel. Lloré, porque es una profesión que amo y adoro mucho. (…) Y yo, para estar bajo anonimato, sin mi firma y vivir paranoica sin poder dormir por haber escrito una nota, prefiero no escribir, prefiero no hacer nada”, confió.
Advirtió que no quiere ser una periodista detenida o judicializada más en las noticias, que solo sea mi nombre el que aparezca y que digan “la periodista tal fue apresada por expresarse, por escribir, por tomar un video o por cubrir una noticia”.
Los medios y periodistas están fuera y los pocos que quedamos aquí tenemos que andar escondidos. Es triste trabajar de esta manera. No tenemos opción, porque tarde o temprano nos van a descubrir, se van a dar cuenta. ¿Y quién va a abogar por nosotros? señaló.
Por su parte, una activista feminista compartió que desde 2019 ha intentado mantener un perfil bajo, evitando abordar la situación del país.
“No es porque no quiera, sino porque es la única forma en que puedo permanecer en el país. Tengo a mis padres, que son adultos mayores, y no puedo exponerme”, explicó.
Dijo que le causa tanto dolor como frustración no poder salir a las calles ni estar organizada como lo hizo durante muchos años hasta 2018.
“Los defensores de derechos humanos, activistas, periodistas y hasta las personas que simplemente tienen una postura crítica estamos en riesgo. Existen casos de detenciones de personas que nunca han cometido un acto que viole la ley y, sin embargo, han sido arrestadas y expulsadas del país”, señaló.
Agregó que para seguir viviendo en el país se necesita una gran dosis de coraje, valentía y prudencia, ya que un solo error puede resultar en graves violaciones a los derechos humanos por parte de la policía o incluso de grupos fanáticos sandinistas.
Organismos internacionales han expresado su preocupación por la grave situación de los derechos humanos en Nicaragua, destacando las constantes violaciones que afectan a defensores de derechos humanos, periodistas y ciudadanos críticos al gobierno. Algunos organismos han documentado la represión sistemática, que incluye detenciones arbitrarias, tortura y la expulsión forzada de opositores.