¿Puede un país ser gobernado por dos “co-presidentes”?
La reforma a la Constitución propuesta por el régimen sandinista establecerá un Ejecutivo bicéfalo, forma de gobierno sin precedente en la historia del país.
La reforma a la Constitución propuesta desde el régimen sandinista de Daniel Ortega y Rosario Murillo establecerá un Ejecutivo bicéfalo en Nicaragua, compuesto por dos co-presidentes electos a voto popular para periodos de 6 años. La diarquía o duumvirato, el gobierno de dos individuos sobre una entidad política en Nicaragua no tiene precedentes.
Murillo, la esposa de Ortega, ya había superado a cualquier otra primera dama en la historia del país cuando asumió la vicepresidencia en 2017. “Esta compañera… ejerce funciones de presidenta de la república de este país porque aquí lo que hay es una copresidencia“, declaró Ortega en la apertura de la XXXIX Legislatura de la Asamblea Nacional en 2023, en su cuarto periodo presidencial consecutivo y quinto en total.
El comentario hizo evidentes las dinámicas de poder que existen en lo más alto del régimen. La reforma formalizará el poder de Murillo como la segunda cabeza con control sobre el resto del Estado y con la facultad de nombrar vicepresidentes, lo que a ojos de la oposición supone un mecanismo para asegurar la sucesión en la familia una vez Ortega, de 79 años, fallezca.
En el mundo solamente dos países poseen jefes de Estado duales, las micro-naciones europeas de Andorra, con dos co-príncipes que son siempre el obispo de Urgell y el presidente francés (antes de la Revolución francesa, era el rey de Francia) y San Marino, que cada seis meses escoge a dos capitanes regentes.
Dichas diarquías se derivan de siglos de historia, remontándose ambas formas de gobierno al siglo XIII. Históricamente, ejemplos de gobierno diárquico se encuentran en todo el mundo, desde los indígenas incas del suroeste de Sudamérica, hasta los sabios de varias culturas polinesias de Oceanía, pasando por tribus europeas de la antigüedad clásica.
Pero quizá el ejemplo más reconocido sea la República Romana, que durante aproximadamente cinco siglos desde el derrocamiento de su monarquía en el año 509 a. C., eligió a dos cónsules por año para gobernar y dirigir los ejércitos de la Ciudad Eterna.
Los cónsules se alternaban cada mes del año, a partir de abril, en fasces (en referencia al fascio, símbolo de autoridad republicana) para gobernar los asuntos de Roma en conjunto. Sin embargo, un cónsul con mayor presencia, conexiones e influencia política podía dominar las acciones del otro, algo común en los últimos años del periodo republicano.
El consulado romano confería a quienes lograban obtenerlo amplios derechos y prestigio que permanecían en la familia por generaciones. Imagen: Cortesía
El consulado fue el segundo mayor honor en la historia de la Roma republicana y perduró incluso más allá del año 27 a. C., cuando fue proclamado el Imperio por César Augusto, aunque con un carácter más simbólico y sujeto al clientelismo político de la sociedad romana tardía. Los últimos cónsules registrados sirvieron alrededor del año 534, bajo el Emperador Justiniano, más de mil años después de establecido el puesto.
Era una oficina de carácter sobre todo militar, puesto que los cónsules recibían el imperium, la facultad y deber de dirigir personalmente los ejércitos de la República. De ahí que debía haber dos, bien por el riesgo de muerte propio de las campañas militares, bien por las distancias que debían cubrir una vez las fronteras de Roma se expandieron por la cuenca del Mediterráneo.
En Hispanoamérica
En Hispanoamérica, el único gobierno constitucionalmente bicéfalo fue el del dictador José Gaspar Rodríguez de Francia (1766-1840) de Paraguay, quien reformó el gobierno en imitación de la República Romana y compartió consulado por 120 días con Fulgencio Yegros, para luego declararse dictador perpetuo.
Gobiernos bicéfalos han existido de manera informal, como fue el caso en Nicaragua tras el asesinato de Anastasio Somoza García en 1956, cuando pasó a gobernar su hijo, Luis Somoza Debayle, mientras su hermano menor, Anastasio Somoza Debayle, encabezaba la Guardia Nacional, asegurando el poderío de la familia Somoza por los siguientes 23 años.
Más allá de arreglos informales, en el país no se había propuesto seriamente la idea de una diarquía hasta la aparición de esta reforma, que no deja claro los límites al poder de ambos jefes de Estado y, más bien, abre la puerta al control de todo el gobierno, institucionalizando el arreglo que ya existía alrededor de la pareja presidencial.
Daniel Ortega y Rosario Murillo durante la IX Cumbre de la Alianza Bolivariana por los Pueblos de Nuestra América (ALBA) el pasado 26 de agosto. Foto: Medios Oficialistas
En una conferencia el jueves, 21 de noviembre, Juan Sebastián Chamorro, economista y académico, y también ex-preso político del régimen sandinista desterrado a Estados Unidos en febrero de 2023, destacó que los contenidos de la reforma no tienen precedentes en la historia del país.
“El sistema constitucional se ha basado en la separación de poderes del Estado, un precepto constitucional que viene de la Constitución de Estados Unidos, que luego las constituciones liberales adoptaron. En todas se ha mantenido una separación de poderes”, comentó.
“Estamos hablando de un quiebre completamente inédito en el sentido de que desaparece esa estructura, esa ingeniería del Estado y se subsumen estos poderes que deberían hacer de contrapeso al Ejecutivo“, explicó Chamorro.