Humberto Ortega fue cremado y enterrado en una ceremonia privada
Sin duelo nacional, sin funeral de Estado ni otro reconocimiento más que un par de comunicados. Así fue el último adiós del fundador del Ejército Popular Sandinista.

Humberto Ortega, cerca de un retrato de César Augusto Sandino, en una imagen de archivo.
El general en retiro y fundador del Ejército Popular Sandinista (EPS), Humberto Ortega, fue incinerado el mismo día de su muerte, el pasado 30 de septiembre, según confirmaron fuentes ligadas al Hospital Militar, donde pasó sus últimos momentos, a la revista nicaragüense Confidencial.
Al día siguiente, el 1 de octubre, “en cumplimiento de su voluntad” sus hijos dieron sepultura a las cenizas en una ceremonia privada.
No hubo ninguna ceremonia pública en honor a Ortega, a pesar de su trayectoria dentro del Frente Sandinista, el extinto EPS y su sucesor, el actual Ejército de Nicaragua, y el vínculo que lo une con la presidencia, ocupada por su hermano, el caudillo sandinista Daniel Ortega.
En su lugar, solamente un par de comunicados de presidencia y la institución castrense fueron emitidos.
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Tampoco se declaró ni un solo día de duelo nacional, como ha sido costumbre al fallecer figuras importantes para el régimen sandinista, como Tomás Borge en 2012.
La indiferencia del régimen sandinista en cuanto a los honores del fallecido general derivan de unas declaraciones que brindó este al medio argentino Infobae en una entrevista el 19 de mayo.
En aquella entrevista, Ortega se refirió al “rumbo autocrático, absolutista que el partido de gobierno (el Frente Sandinista dirigido por su hermano, Daniel Ortega) ha impuesto” en el país, así como cuestionó la capacidad del régimen de asegurar la sucesión dentro de la familia Ortega-Murillo, recomendando en su lugar sostener elecciones libres.
El 21 de mayo, Ortega fue recluido en su casa de habitación por agentes de la Policía Nacional. Según una nota policial, Ortega fue puesto bajo la vigilancia de una “unidad de atención médica” por presuntas preocupaciones sobre su salud. Así permaneció hasta el 11 de junio, cuando fue internado en el Hospital Militar de Managua por signos de un infarto cardíaco.
El 9 de junio, Ortega grabó un audio con un teléfono celular que había escondido y denunció su situación. En esa última declaración pública, divulgada también por Confidencial, el general en retiro se declaró preso político e incluso apeló al vínculo de sangre que lo une a su hermano.
“Me suspendieron todas mis libertades. Mi hogar y Unidad de Protección han sido invadidas y clausuradas por decenas de unidades y tropas especiales de la Policía Nacional con armas de guerra. Se me impiden las visitas, incluyendo las de mis familiares cercanos. Estoy totalmente aislado, sin teléfono, computadora, radio o televisión“, declaró.
“Se me impide mi tratamiento médico en el hospital privado Vivian Pellas. Mi condición de salud está muy precaria, y hace unas horas más, por lesiones que han brotado y amenazan en mis piernas infección que se podría extender a mi corazón. Todo el estrés que mi prisión injusta multiplica, puede producir un desenlace fatal en cualquier instante“, pronosticó acertadamente Ortega.