Ruptura de Lula y Ortega evidencia una brecha en la izquierda y el aislamiento del régimen de Nicaragua
Dos corrientes de pensamiento izquierdista parecen encaminadas a un punto irreconciliable. Aunque muchos aún admiran a Ortega por el legado de la revolución sandinista, otros pueden ver más allá de la nostalgia.

Luiz Inácio Lula da Silva (izq.), presidente de Brasil, y Daniel Ortega (der.), caudillo sandinista de Nicaragua, en el pasado fueron amigos, "compañeros de lucha" socialista. Ahora rompen relaciones internacionales.
La expulsión del embajador brasileño en Managua, seguida a su vez de la expulsión de la representante nicaragüense en Brasilia, evidencia una ruptura entre dos figuras importantes en los movimientos de izquierda de principios del siglo XXI.
El actual presidente brasileño (que también lo fue antes entre 2003 y 2011), Lula da Silva, y el caudillo sandinista, Daniel Ortega, en algún momento fueron aliados en el polo de izquierdas congregado alrededor del presidente venezolano Hugo Chávez.
“Ortega tiene rato de estar huyendo hacia adelante. Está aislándose“, explicó a República 18 el analista político y exdiputado liberal, Eliseo Núñez.
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“Lo extraño de este es que Lula podía ser ese puente que lo podía conectar con algunas izquierdas e incluso con Estados Unidos. Un puente que le permitía, en esa huida hacia adelante, poder retroceder”, añadió.
Las hostilidades nacieron ya hace un tiempo, desde que Lula intentó interceder por la liberación del obispo y preso político, Rolando Álvarez, a mediados de 2023, el régimen de Ortega se tornó distante, a tal punto que en julio de 2023 Lula lamentó que Ortega ni siquiera quería atenderle el teléfono.
“No me atendió el teléfono y no quiso hablar conmigo. Entonces, nunca más hablé con él“, dijo en su momento el mandatario socialista.
“Lula es un referente para la izquierda”
La expulsión del embajador, presuntamente por su inasistencia al evento conmemorativo del 45 aniversario de la revolución sandinista, tendría sus raíces en esta situación que el régimen sandinista pareció tomar como insulto, puesto que el embajador se ausentó bajo órdenes del Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil, según confió una fuente oficial al diario lusófono Folha de Sao Paulo.
Esto, dijo Núñez, es importante a considerar. “Significa que o ya no quiere tener un puente o lo va a sustituir con otro puente. Bien pudieran ser los chinos o los rusos, pero ya nadie en la región”, comentó.
Brasil, considera Núñez, “es un referente” a nivel regional para los movimientos de izquierda.
“Con un modelo de izquierda y bajo un modelo democrático liberal, Lula logró sacar a muchos brasileños de la pobreza dentro del capitalismo, sin salirse de los parámetros del mercado” y sin usurpar ni perpetuarse en el poder, como sí ocurrió con sus aliados en Venezuela y Nicaragua.
Por ello es que Lula, junto con un puñado de políticos de izquierda, como Gabriel Boric en Chile o Bernardo Arévalo en Guatemala, son definidos en contraposición al bloque bolivariano (Cuba-Nicaragua-Venezuela), como “izquierda democrática”, una corriente que aglutina a diferentes movimientos ideológicos progresistas.
El rechazo de las izquierdas democráticas choca con las agrupaciones, sindicatos y colectivos izquierdistas que en el resto del mundo siguen apoyando al régimen sandinista, honrando la memoria del golpe que dieron al régimen de Somoza en 1979. Pero Ortega, cada vez más aislado, de a poco va quedando sin amigos.