Vaticano aún no responde a renuncia del cardenal Brenes tras 5 meses
Leopoldo Brenes fue ordenado sacerdote en 1974, hace ya 50 años, y solicitó la renuncia al papa Francisco al cumplir los 75 años de edad en marzo. Pero el papa no ha respondido.
Cuando el cardenal Leopoldo Brenes cumplió los 75 años de edad el pasado 7 de marzo, presentó su carta de renuncia del cargo de arzobispo de Managua al papa Francisco, sumo pontífice de la Iglesia católica, como es tradición entre el clero. Han pasado ya 4 meses y pronto se cumplirá el quinto sin una respuesta pública del Vaticano.
El hecho de que Brenes, arzobispo desde 2005 y cardenal desde 2014, haya continuado en sus labores habituales en la Arquidiócesis de Managua indica que el papa no le ha concedido el retiro. Aunque las renuncias de los obispos por motivos de edad suelen ser aceptadas, el papa puede negarle el retiro a un obispo si considera que su labor en su puesto es demasiado importante.
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Brenes no se ha pronunciado al respecto, siguiendo su ya conocida actitud de hermetismo ante la difícil situación que atraviesa la Iglesia católica en Nicaragua de cara a un régimen hostil. Es probable que esta campaña represiva emprendida desde el poder por los cabecillas del Frente Sandinista, Daniel Ortega y Rosario Murillo, impide el retiro de Brenes.
Con la salida del país en los últimos años de los obispos Silvio Báez, Rolando Álvarez e Isidoro Mora (estos últimos tras ser apresados), en Nicaragua sólo quedan cinco obispos:
- Carlos Enrique Herrera Gutiérrez, de 75 años, II Obispo de la Diócesis de Jinotega (desde 2005), quien funge desde 2020 como presidente de la Conferencia Episcopal Nicaragüense (CEN);
- Marcial Humberto Guzmán Saballo, de 59 años, IV Obispo de la Diócesis de Juigalpa (desde 2020);
- Francisco José Tigerino Dávila, de 60 años, II Obispo de Bluefields (desde 2020);
- René Sócrates Sándigo Jirón, de 58 años, LIII Obispo de León (desde 2019);
- José Solórzano Pérez, de 62 años, VI Obispo de Granada (desde 2010);
Asumir el arzobispado implicaría que muy probablemente otra diócesis quedará acéfala, como ya es el caso en Estelí (administrada por monseñor Álvarez tras el retiro de su obispo, Abelardo Mata, en 2021), Matagalpa y Siuna (ambas por el antes mencionado encarcelamiento y destierro de sus obispos).
Además, la propia elección de un nuevo arzobispo se complica. La arquidiócesis metropolitana es parte clave en la selección de candidatos a obispos, recopilando cada tres años el arzobispo una lista que el nuncio apostólico del país pondera exhaustivamente antes de remitirla a la Santa Sede para la elección final.
El arzobispo es electo siguiendo el mismo proceso, pero en Nicaragua no hay nuncio desde que el régimen sandinista de Daniel Ortega cortó relaciones con el Vaticano en marzo de 2023. El proceso, pues, deberá llevarlo un delegado apostólico, de mismo rango eclesial que un nuncio pero sin estatus diplomático formal y enfrentará la dificultad de un gobierno hostil a la Iglesia católica.
Una hostil herencia
El nuevo arzobispo, sea quien sea, heredará esta misma situación de hostilidad en la que las procesiones y festivales religiosos han sido relegadas a lo interno de las parroquias por más de un año, los sacerdotes guardan silencio sobre temas sociales para evitar represalias y la Iglesia y sus sacerdotes son constantemente vilipendiados desde el Ejecutivo.
Tan sólo hace unos días el régimen sandinista impidió la ordenación de tres nuevos sacerdotes a cargo de monseñor Herrera en Estelí, así como ha impedido la celebración de varias procesiones y peregrinaciones en todo el país. Es probable que ninguno de los obispos tenga intenciones de ocupar el cargo de Brenes si puede evitarlo.
De tal manera que el incentivo de la Santa Sede es mantener el delicado statu quo lo más posible, aún a detrimento de las intenciones del arzobispo de descansar tras 50 años de sacerdocio y casi 20 de obispado.