Movimiento feminista sigue resistiendo al sexto año de la crisis nicaragüense
La lucha feminista en Nicaragua, como en el mundo, se entiende desde diferentes espacios, realidades y generaciones.
—¿Cómo no querer ser parte de esas mujeres súper valientes que se le plantaban al clero y al gobierno de ese entonces? —dice a República 18 la activista y trabajadora social feminista, Cristiana Huerta.
Con “ese entonces” se refiere al principios de los 2000 en Nicaragua, cuando rondaba apenas la primera década de su vida. “Desde pequeña, aproximadamente los 12 años”, se sintió atraída hacia una lucha que definiría su vida, como la de muchas otras mujeres: la causa por los derechos de la mujer, la causa feminista.
“Siempre leía mucho libros escritos por mujeres en donde, más allá de esperar a soñar con tener hijos, querían tener más acceso a estudios, a salud y en ese entonces, en el transcurso de los años, salían en noticias mujeres que acompañaban a otras con el tema de sus derechos, como en el caso de Rosita“, explicó.
A sus 36 años, Cristiana Huerta mantiene un compromiso asumido desde su niñez: la lucha por sus derechos y los de todas como mujer.
“Rosita” fue como llamaron a una niña de 9 años que en 2003 salvó su vida gracias a un aborto terapéutico luego de haber quedado embarazada producto de una violación, algo que volvería a aquejarla años después, cuando ya la primera Asamblea Nacional de un reelecto Daniel Ortega prohibió el aborto terapéutico.
“La querían obligar a parir y le negaron el acceso a su derecho a la interrupción del embarazo“, pero el acuerpamiento que el movimiento de mujeres le proporcionó, recuerda Huerta, fue parte de lo que la llevó no sólo admirar, sino también a convertirse en una de esas mujeres desafiantes.
—Me acuerdo que, yo decía, “yo voy a ser una de ellas” —rememora Huerta— y ahora varias son mis compañeras y amigas.
Huerta dice tener ejemplos de muchas mujeres, sobre todo de sus lecturas. Aunque admite con liviandad que le “hicieron un enredo en la cabeza”, en concreto autoras de la segunda ola del feminismo, su aporte fue fundamental.
“Hablaban sobre la desmitificación del amor romántico, sobre que lo personal es político, el aborto, el placer y tantos temas”, pero en su camino como activista, dice, no puede no mencionar a “la Tere”.
“La Tere”
—María Teresa Blandón —el nombre es inconfundible en el ámbito del feminismo nicaragüense, pero también en el activismo más generalmente.
María Teresa Blandón lleva más de 4 décadas involucrada en el activismo en Nicaragua. Foto: Foto: Yago Álvarez y Barba Paula Pof / DesInformémonos
Blandón, una socióloga de Matiguás, un municipio en el departamento de Matagalpa, en el centro-norte de Nicaragua, lleva activa desde 1978, cuando se involucró en los esfuerzos contra la dictadura somocista en vías de colapso. Tan sólo tenía 17 años y, mientras el país se desangraba en el contexto de la Guerra Fría, ella definió su identidad y su activismo alrededor de la lucha por las mujeres, equiparándola a las demás luchas del momento.
“La Tere es para mi admirable en todo el sentido de la palabra, por su renacer y la fuerza con la que sostiene la esperanza de muchas mujeres jóvenes feministas”, explica.
Blandón encabeza La Corriente, un colectivo feminista surgido a principios de 1994 y fulminado jurídicamente por el régimen sandinista de Daniel Ortega en mayo de 2022, cuando le revocaron la personería jurídica por motivos políticos. En su tiempo como organismo reconocido por el Estado, La Corriente aportó “a la emergencia, desarrollo y fortalecimiento de movimientos de mujeres en Centroamérica”.
“Con su espacio que tenía allá en Nicaragua, en donde varias pasamos por diversos procesos de formación, teníamos un nicho, que ahora se está gestando de otra forma” en el exilio, señala Huerta.
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Actualmente, Blandón se encuentra en el exilio luego de que el régimen sandinista le negase el reingreso a su país en 2022. La Corriente sigue resistiendo a pesar de todo.
Resistencia
Y debe ser en el exilio porque en Nicaragua el régimen sandinista, “la dictadura”, no permite participación política alguna desde ningún espacio cívico, mucho menos un espacio feminista.
Pero Huerta asegura que, “por mucho que el régimen intente fragmentarnos o separarnos, no lo logra”. Hay mujeres resistiendo todavía. “Son fuente de inspiración mis compañeras de colectiva, en especial una que es una mujer con las botas puestas y tiene ideas lindas sobre arte y feminismo, es una artista la Sol”, agrega.
Campamento feminista con mujeres exiliadas organizado por La Corriente en 2023. Foto: La Corriente
Para Huerta, también son inspiración “esas mujeres que siguen en Nicaragua”, aunque de ellas no puede hablar mucho, y personas como la Ana Margarita (Vijil)“, abogada, activista, víctima de desnacionalización, destierro y despojo de su propiedad luego de más de un año en prisión por motivos políticos, parte del grupo de 222 presos políticos enviado por el régimen a Estados Unidos en febrero de 2023.
“Ella demuestra que el régimen podrá quitarte la casa, la nacionalidad, pero esa certeza de que las cosas van a cambiar, esa fuerza no te la quitan con nada. Son mujeres en las que queda claro el dicho: ‘La que es chocoyo en cualquier palo es verde‘”, celebra Huerta.
¿Un relevo o un diálogo?
En la recta final hacia el Día Internacional de la Mujer, este 8 de marzo, las feministas nicaragüenses y sus simpatizantes en el exilio se preparan para marchar por sexto año consecutivo en San José, la capital costarricense.
Desde 2018 las mujeres no pueden marchar en Nicaragua en demanda por sus derechos y las organizaciones feministas fueron aplastadas por el Estado una tras otra. Aún en ese ambiente, el trabajo de décadas anteriores, considera Huerta, ha permitido que las ideas feministas tengan mayor aceptación entre la juventud.
Manifestantes nicaragüenses y simpatizantes durante la marcha del 8M de 2023. Foto: República 18
—Por lo menos, mucha más aceptación de lo que el régimen se imaginó que iba a tener —sostiene.
“En 2018 hubo muchas mujeres jóvenes que veían al feminismo como algo ajeno. De repente varias te decían, ¿en qué puedo apoyar?, ¿cómo me sumo?, y se sumaron como yo me sumé“, señala.
Huerta asegura que el activismo feminista se entiende como una colaboración entre mujeres de distintos espacios, distintas realidades, generaciones y áreas de estudio. De tal modo que no podría hablarse de un “relevo generacional” a como normalmente se entiende, y lo que describe tiene más pintas de diálogo, un diálogo constante.
—Seguimos desde afuera, como dice la canción —refiere Huerta— como hormiguitas trabajando por nosotras y para otras. Lo van a ver en la marcha del 8M como marchamos por las que no pueden por la dictadura.
Y confía en que la dictadura va a caer.