¿Qué trajo la revolución sandinista para la juventud nicaragüense?

Cientos de miles de muertos, un país en ruinas y una sociedad dividida es, para muchos jóvenes, el único legado real de la revolución sandinista

  • 2:09 pm
  • Jul 19, 2023
República 18

La revolución sandinista cumple 44 años este 19 de julio, en medio de un gobierno dictatorial no tan disímil del que reemplazo tras una cruenta guerra en 1979. Aunque el proceso trajo consigo muchas esperanzas para los nicaragüenses, este se descarriló casi de inmediato y no sólo repitió los mismos errores que la dictadura anterior, sino que intensificó muchos otros vicios políticos.

“Fue un período de intensos cambios políticos, sociales” reconoció a República 18 el activista Álex Aguirre. “Fue un movimiento que contó con el apoyo de amplios sectores nacionales e internacionales, pero resiente las terribles consecuencias que trajeron diez años de dominio absoluto del sandinismo sobre Nicaragua.

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“El proyecto ‘revolucionario’ tiene más crímenes que hazañas. Hubo informes de ejecuciones sumarias de opositores políticos y personas sospechosas de colaborar con los grupos armados ‘contras’ que se oponían al gobierno sandinista, se denunciaron casos de detenciones sin juicio y de torturas a prisioneros políticos por parte de las fuerzas de seguridad sandinistas” señaló Aguirre.

También considera criminales las restricciones a la libertad de prensa aplicadas por el gobierno sandinista, así como “la confiscación de tierras, la supresión de la cultura y lengua, y la violencia” contra personas indígenas del Caribe nicaragüense.

“Los jóvenes no debemos ‘celebrar'”

Es por estas razones que Aguirre cree que “los jóvenes no debemos ensalzar y ‘celebrar’ ciegamente este período histórico, es importante tener una perspectiva equilibrada y objetiva de la historia”. Tampoco cree que sea sano “celebrar cambios políticos que vinieron de una guerra” y urge traer el asunto de la memoria discusión.

“Cuando los vencedores de una guerra escriben la historia, se corre el riesgo de que la narrativa sea sesgada y esté sesgada hacia su propia perspectiva y agenda; los múltiples crímenes cometidos en el periodo ‘revolucionario’ fueron olvidados y enterrados, así como las memorias de los grupos subalternos que sufrieron en carne viva los estragos de la guerra” lamentó.

El sandinismo, tanto el de los ’80s como en su nueva iteración, sólo debe quedar en nuestra historia como un episodio que nunca más debemos volver a repetir” concluyó Aguirre.

Una de las consignas pronunciadas durante el ciclo de protestas de 2018 comparaba a Daniel Ortega con Anastasio Somoza Debayle, dictador derrocado por la revolución sandinista. Foto: Reuters

Tras el reavivamiento de la represión durante la crisis de 2018, el Frente Sandinista, cuyo máximo líder, Daniel Ortega, gobierna desde 2007 en el país, se ha ganado el desprecio de amplios sectores de la juventud, en particular los estudiantes universitarios.

Si en algo se parecen la revolución sandinista y el movimiento cívico surgido en 2018, es en ese protagonismo de la juventud, que se movilizó masivamente para condenar, en ambos casos, gobiernos de tendencias violentamente autoritarias.

“Sus triunfos son cuestionables”

“La convicción que tenían los jóvenes para sacar la dictadura de Somoza era de cambio. Sin embargo, hay que entender que, cuando los liderazgos de un partido social que se vuelve político, como el Frente Sandinista, lo permiten, este puede cooptarse por factores externos” expresó Enrique Martínez, miembro de la Unidad Juvenil y Estudiantil exiliado por la represión sandinista.

Martínez señala a la Unión Soviética y a la Cuba del castrismo como esos factores externos. La influencia y el apoyo material de ambos países fue crucial para la organización de la guerrilla sandinista. Luego de que se conformase la Junta de Gobierno en 1979, el Frente, por su superioridad en armas e influencia, logró apoderarse del Estado, incapacitando y empujando a renunciar a los representantes civiles de aquel intento de gobierno transicional.

La dictadura cubana fue un soporte material y logístico para la primera dictadura sandinista. Foto: Jeff Robbin/AP

“Se hablan de algunos triunfos de esa revolución, pero son cuestionables, más allá del tema de la salida de la dictadura de Somoza” señaló Martínez, quien calificó de “un proceso de adoctrinamiento” a la jornada nacional de alfabetización, uno de los principales logros destacados en la propaganda sandinista.

Memoria truncada

“Otra cosa que cargamos como jóvenes es el truncado proceso de construcción de memoria histórica y de una historia plural e inclusiva en torno al FSLN como estructura política” agregó.

En su opinión, la ciudadanía nicaragüense permanece fragmentada y que esa división “ha sido desencadenante de muchos procesos nocivos”, como la violencia política generalizada que definió a la década posterior al fin del primer sandinismo, luego de las elecciones de 1990.

No se ha sabido abordar las problemáticas sociales. Siempre se ha acudido a la violencia a través del FSLN y se ha querido imponer una postura bélica, confrontativa que resulta nociva para el avance de una sociedad moderna con cultura de paz” lamentó Martínez.

Considerado todo esto, Martínez cree natural al sandinismo ese desarrollo violento ocurrido a partir de 2018. “A raíz de la inconformidad acumulada, en 2018 estalló una nueva revolución que hace frente a toda la deuda histórica que ha dejado el Frente Sandinista“, pero subrayó que esta revolución “va más allá”, apuntando a todo el espectro político.

“Una de las cosas más complicadas que dejó la revolución es un país que vive crisis extendida. Es un país que no termina de reconocer que debe trascender a un relevo generacional. Muchos nos estamos preparando, pero prevalece una falta de voluntad política de entender la necesidad de este cambio y de romper” con la vieja cultura política violenta, de la cual la revolución sólo es una expresión más.