Nilska Peña: acuerpada por mujeres y el voluntariado
Esta joven nicaragüense forma parte de un grupo amplio de niños y adolescentes que tuvieron que adaptarse a una nueva vida producto de la migración forzada. Ella se exilió con tan solo 14 años

Nilska Danneth Peña Úbeda es una joven exiliada nicaragüense de 18 años de edad que llegó a Costa Rica junto a su mamá y su hermano menor que para entonces tenía ocho años.
Un 14 de agosto de 2018, salió de su ciudad natal Matagalpa, donde siempre creyó que crecería, sin imaginar que fue en otro país donde recientemente cumplió la mayoría de edad.
Nilska, quien forma parte de los más de 150,000 exiliados nicaragüenses en Costa Rica, según la Agencia de la ONU para los Refugiado (ACNUR), pertenece a un grupo amplio de niños y adolescentes que tuvieron que adaptarse a una nueva cultura y vida producto de la migración forzada. Ella entró a Costa Rica con tan solo 14 años de edad.
Para entonces no esperaba que pasará nada relevante en su vida, estar junto a su familia, amigos y estudiar eran parte de su proceso de crecimiento como una adolescente, etapa que fue bruscamente sacudida cuando su papá, quien se involucró en la lucha cívica apoyando los tranques en Matagalpa, empezó a ser perseguido y amenazado con cárcel, tras ejecutarse la “Operación Limpieza”, que fue la respuesta más violenta del régimen de Daniel Ortega contra el pueblo autoconvocado.

En una nueva vida en Costa Rica, Nilska continuó los estudios secundarios que no pudo finalizar en Nicaragua debido a la persecución que ella y su familia sufrían en su ciudad natal.
Sin embargo, relata a República 18 que el proceso de adaptación a una nueva cultura ha sido un reto, dejar atrás a familiares y amigos no fue fácil, sostiene.
“El pensar que estoy estudiando en este país y que no estoy estudiando en el mío la verdad ha sido mucho difícil”, agrega, “no porque me hayan negado la entrada a mis estudios, sino porque me siento incómoda, me siento mal”.
La xenofobia, un fenómeno que la ha marcado
Si entrar a un sistema escolar distinto al nicaragüense y experimentar las dificultades que conllevan la migración forzada, eran un reto para Nilska, la xenofobia fue otra barrera que debió superar.
Ella relata que en el primer colegio al que pudo asistir en Costa Rica fue víctima de tratos xenofóbicos por parte de su maestra guía, esto impactó su salud emocional lo que la llevó a una gran depresión, que la obligó a dejar el colegio. “Yo decidí abandonar esos estudios porque no me sentía bien conmigo misma”, agrega.
“Yo le agradezco mucho a Costa Rica por habernos abierto sus puertas, pero la verdad es que aquí te enfrentas día a día a la xenofobia, te enfrentas día a día a llegar con tu documento y que te lo rechacen o te hagan malas miradas”.
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El caso de Nilska Peña no es un caso aislado, la xenofobia en Costa Rica representa el primer reto que enfrentan los migrantes nicaragüenses.
Según un estudio presentado por la Universidad de Costa Rica (UCR) en 2019, el ser nicaragüense representa la tercera causa de discriminación en ese país.
Sin embargo, a pesar de las dificultades, Nilska pudo culminar su bachillerato en 2021, “para mí sigue siendo un reto el seguir estudiando y salir adelante”.

Acuerpada con mujeres pinoleras
La joven nicaragüense forma parte de la Red de Mujeres Pinoleras junto a otras exiliadas que cada mes organizan una feria donde ofrecen gastronomía y productos nicas.
Ella empezó ayudándole a su mamá, Alejandra Úbeda, que en cada feria ofrece quesillos, enchiladas y comidas típicas matagalpinas como el marol.
Nilska Peña agrega que la experiencia de participar en la Feria Pinolera le ha permitido construir una red de apoyo importante. Además, la ha acercado a otros exiliados e incluso extranjeros que llegan a degustar la sazón y cultura nicaragüense.
“Como mujer, como feminista, como joven para mí no solo me permite llevar el sustento a un hogar, si no que se me permite ser acuerpada porque cada una de nosotras que participamos en la Feria Pinolera, somos familia”.

Nilska Peña, integrada en el voluntariado
Nilska Peña también forma parte de la Alianza de Jóvenes y Estudiantes Nicaragüenses (AJEN), dentro de esta organización ha podido compartir con otros jóvenes exiliados desde 2019.
De igual manera ha apoyado de forma voluntaria a migrantes nicaragüenses que pasan una mayor necesidad económica en Costa Rica compartiéndoles alimento, que lleva hasta sus hogares.
“La verdad que cada vez que he salido a cosas humanitarias para mí es llevar una sonrisa a cada hogar, llevar una sonrisa a cada niño”, señala. “Es algo muy bonito porque muchas veces entre el pueblo nicaragüense exiliado nos apoyamos”.
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Para Nilska el sueño de regresar a Nicaragua lo visualiza a largo plazo por la escalada represiva que mantiene al país sumido en una crisis de derechos humanos. Mientras sigue añorando volver encontrarse en su pueblo con su abuela materna, dice estar dispuesta a sostener la esperanza y continuarse preparando para convertirse en una profesional de la medicina.
“Algo bueno de estar aquí es el saber que no tengo a mi papá muerto, no tengo a mi mamá muerta, no tengo a mi hermanito muerto ni tengo a mi hermana muerta. Yo no estoy muerta, pude salvar mi vida, cosa que muchos no pudieron”.