“Iota marcó mi vida, mis ojos vieron tanto desastre”, el testimonio de una periodista desde Bilwi
Con dolor, impotencia y todavía en shock la periodista miskitu Georgina Vargas describe el sufrimiento, el temor y la fortaleza de toda su gente que se enfrentó a dos grandes huracanes en 15 días

Entre las cinco y diez la noche del 17 de noviembre, en medio de la oscuridad, un viento que derribaba todo a su paso, la fuerte lluvia que tapaba las humildes casas, el inclemente frío y el desamparo estatal, las comunidades indígenas del barrio los Ángeles en Bilwi tomaron fuerzas y resistieron hasta el día siguiente, pese a que el techo de su refugio fue arrebatado y que el agua cubría sus pies.
Con dolor, impotencia y todavía en shock la periodista miskitu Georgina Vargas describe el sufrimiento, el temor y la fortaleza de toda su gente que se enfrentó a dos grandes huracanes en 15 días; los cuales destruyeron todo a su paso, din dejar un árbol en pie.
“Cuando estaba tocando tierra el huracán en la iglesia (Renovada Torre Fuerte) que yo estaba albergada con mi familia como que se llevó el techo y empezó a inundar. Sentí como que en ese momento se iba a caer la iglesia. Sentí como que era el último día de mi vida. Esto no es un juego, es la verdad”.
Luego de un par de horas en las que observaba como todo el esfuerzo de su gente en el barrio Los Ángeles en Puerto Cabezas quedaba en escombros y entre el agua; tomó fuerza, se despidió de su mamá, su papá y su hija para salir a reportear.

Pero lo peor todavía no empezaba, al volver a los brazos de su familia para llevarlos a un albergue, asegurarles que “todo iba a estar bien” y despedirse inmediatamente sin saber si los volvería a ver; como a las 10 de la noche empezó su pesadilla eterna, pues su familia se refugió en el cuarto del pastor y la periodista se quedó afuera toda la noche viendo como su hogar era destruido por Iota.
“Entre las cinco y las diez de la noche empezó lo más fuerte. Sentía que una parte de mi mente se puso en blanco, estaba en shock y luego sentí algo que no puedo describirlo con palabras. Era algo feo; sentí unos silbidos fuertes, sentí que donde estaba refugiada se lo estaba llevando. La gente gritando, los niños llorando. Había pánico, era algo tenebroso, era algo terrorífico que uno siente. Era como una película de terror, de esas películas de tsunami”.
Comunidades indígenas clamaban ayuda
Mientras Iota se adentraba al corazón de la Costa Caribe Norte de Nicaragua, la población empezó a desesperarse y a buscar alternativas de comunicación para informar sobre el estado de sus comunidades; sin embargo, lo único que podían escuchar era el viento golpear las paredes de sus hogares o del refugio.
Cuando los ciudadanos se percataron de la presencia de Vargas, la buscaban para darle información, como a las 10 de la noche algunos líderes indígenas lograron establecer comunicación con la periodista para describir lo duro que la estaban pasando sus comunidades. “Dijeron que estaban inundados, querían que sacara esa voz por algún medio, que llamara. Vos lidias con lo tuyo y con tu trabajo. Lo que más me duele es sentirme impotente y no hacer nada en esa situación. La gente haciendo llamada de auxilio y vos no podes hacer nada”.
En ese momento la periodista dijo que empezó a orar porque ya el suelo no se podía ver de tanta agua, solo se observa la lluvia empujada por los fuertes vientos. Además, asegura que los daños psicológicos que esas imágenes causaron no se podrán superar fácilmente y que toda la región norte está emocionalmente afectada.
“Soy periodista, pero ante todo soy humano. Todo esto nos duele. Iota me marcó la vida, siempre voy a recordar lo que pasó aquí y que mis ojos vieron tanto desastre, que mis ojos vieron cómo se derrumbaba mi casa. Yo tener que ver por toda esa experiencia que no la voy a poder olvidar”.
“El puerto quedó hecho picadillo”
Otra de las periodistas que se encontraba en el terreno describe como Iota, también, destruía la casa de sus familiares y como la gente gritaba horrorizada por todo que sus ojos estaban viendo.
Para la periodista Brissa Bucardo, narrar el dolor de la gente es duro, ya que muchas personas salieron de los albergues con sus hijos llorando a buscar comida en las calles porque sus casas ya habían sido destruidas.
“Pasando el huracán la gente salió en la oscuridad a buscar sus láminas, a buscar lo poco que quedaba y ver si sus familias estaban bien. Como a las seis de la mañana salí con mi hermano en la moto y había personas con plastiquito negro tapándose la cabeza, un montón de niños y de gente llorando. Hay barrios que no tienen agua potable y hacen un hoyo en la tierra y ese es su pozo”.

Pese a la tragedia y del terrible momento que se está viviendo grupos delincuenciales han salido a tomar las pocas pertenencias de la gente y esto obligó que varias personas refugiadas dejaran el albergue para cuidar sus hogares.
Iota entró a Nicaragua la tarde del 17 de noviembre en categoría cuatro, dejó comunidades totalmente destruidas, 16 ciudadanos fallecidas (hasta el momento confirmadas), comunidades indígenas sin alimento, sin agua, ni vestimenta.
Un reporte preliminar realizado por Fundación del Río, sobre los territorios Indígenas directamente impactados por el Huracán Iota, indica que por su trayectoria el ciclón generó un impacto directo en al menos en 23 territorios indígenas, los que albergan a un total de 294 comunidades, conformadas por un estimado de 147,459 personas y que clasifica en seis territorios de la etnia Mayangna, once territorios de la etnia Miskitu y tres territorios conformados por ambas etnias.
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